RIO GRANDE.- De 9:30 a 13:00 y de 15:00 a 17:30, en el gimnasio del CPET (Almafuerte y avenida Belgrano) concluirá el SEBA SIMONET TRAINING, a cargo de Sebastián Simonet, el mayor de los hermanos (los otros son Diego y Pablo) que defendieron la albiceleste en los últimos Campeonatos Mundiales y Juegos Olímpicos de handball.
La actividad fue organizada por GO7 Indumentaria Deportiva, la empresa cordobesa especializada en indumentaria de handball, cuyo propietario Gonzalo Echavarría también acompañó al actual jugador de Villa Ballester (como en 2014, cuando también vino Pablo Simonet).
El jueves el jugador de 33 años -con 15 años en clubes de España y Francia, y actualmente preparándose para jugar los JJOO de Tokio 2020- dio una clase abierta en el anexo del Polideportivo Municipal, y el viernes fue el protagonista de una charla en el Espacio Joven, donde a lo largo de una hora repasó su trayectoria en la disciplina, en compañía del profesor Luciano Obiol (Club Universitario) y de la concejal María Eugenia Duré.
Cerca del retiro
“En los recientes Juegos Panamericanos de Lima, el campeón se aseguraba una plaza para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Les dije a mis compañeros que si no salíamos campeones, me retiraba de la selección, y muy probablemente del handball. Voy a ser muy sincero, creía que no íbamos a clasificar, lo veía muy fuerte a Brasil, en ese momento creía que un mes después ya no iba a estar ni siquiera entrenando. Pero pudimos salir campeones, clasificamos, y la ilusión de jugar un tercer JJOO es muy grande como para dejarlo pasar. A Londres 2012 fui con Diego, en Río de Janeiro 2016 él no pudo ir, pero sí estuvo Pablo, y el año que vine me quiero sacar la espina de estar los tres hermanos juntos, sería un broche precioso para mi carrera. Ahora tengo que entrenar el doble de lo que lo hacía en Europa, porque tengo mucha menos competencia, aunque también otro ritmo de vida. Al la noche llego exhausto a la casa, a las 7:15 tengo que estar arriba para llevar a una de mis hijas al jardín. Adaptándome a esta nueva vida, el año que viene vuelvo a trabajar, estoy acomodándome a esto que para mí es nuevo. Toda mi vida he jugado al handball, me han pagado para hacer lo que me gusta, ahora hay que ver cómo es el amateurismo”.
Un buen ayudante
“La verdad que no creo que vaya a ser entrenador, siempre me ha gustado entrenar, no soy profe ni entrenador, sí que estuve muchos años jugando profesionalmente. No me veo como entrenador titular, sí como ayudante, dando una mano, con los juveniles, en Ballester o en la selección, dando clínicas. No cierro ninguna puerta, pero en este momento no me veo como entrenador”.
El profesionalismo
“El profesional se dedica a eso, con exclusividad, todo lo que hace es para ese trabajo. Cuando es algo que te encanta, no lo tomás como un trabajo, es algo que apasiona. Acá, en el amateurismo, podés tener el mismo volumen de entrenamiento, que lo hacés después de trabajar. A veces comienzo a entrenar a las nueve de la noche, en Francia o en España a esa hora me estaba preparando para ir a dormir. Tenía a disposición un nutricionista, un preparador físico. Te suministraban complejos vitamínicos, todas las facilidades. Francia está un escalón por encima de España, profesionalmente hablando, después de cada partido íbamos a un Centro de Alto Rendimiento, con un muy buen recorrido de recuperación, tres cámaras de crioterapia, pasabas 5 segundos a -10 grados; luego 5” a -60, y por último 3 minutos a -110 grados. Seguíamos a una cama con calor, a un yacuzzi con agua fría, cosas que uno cree que solamente pasan en el fútbol”.
Un hecho natural
“Lo de la Selección uno lo va naturalizando, después de tantos años. Uno se olvida de la camiseta que está vistiendo. Obviamente que en los torneos y partidos más importantes uno recuerda lo que está haciendo, y se te infla el pecho. Y eso está bueno, estamos metidos en la vorágine del profesionalismo, de no parar. De lo lindo que estar ahí, con tus hermanos, en los torneos más importantes. Haberse formado en el amateurismo, después le brinda un plus al jugador argentino que pasa al profesionalismo. El argentino es muy buscado en varios deportes, por los inconvenientes que supimos superar en la época de formativas. En mi caso jugar mayoritariamente en playones, algo que no existe para los profesionales europeos. Lo que todos dicen o llaman “huevo, huevo, huevo”, no es “huevo”, es la inteligencia aplicada al deporte”.
La Liga, lejos
“Me duele decirlo, pero sí, estamos lejos de tener una liga nacional. Pero hay ganas de estar cerca, se escucha más, no solamente tenemos fe, hay ideas, proyectos, nada oficial por ahora. De llevarlo a la práctica, de hacer un proyecto sólido, serio, que sirva y ayude al handball, eso falta. Es lo que le falta a nuestro deporte, desde hace 15 años, en la Selección masculina de mayores hubo un solo jugador que no es de Buenos Aires, es desastroso, habla muy mal de nuestra disciplina. Hay que darles motivación a los chicos del interior, se lo hace contando cerca de ellos con un equipo de una liga nacional. Excepto que se vayan a jugar a FeMeBal o a Córdoba, cuesta que lleguen a la selección de mayores. Sí hay chicos de provincia en selecciones de cadetes o juveniles, pero cuando van a Buenos Aires es otra cosa, no es para cualquiera, tienen que estudiar y/o trabajar, y se les complica. Es una charla para largo, estamos lejos de una liga nacional, pero se están haciendo cosas con ese propósito, uno sueña que en 3 ó 4 años se pueda concretar”.
Un día normal
“En Francia, cuando no jugábamos la competencia continental, el único partido semanal era el sábado, excepto cuando se televisaba, que pasaba para el miércoles. De la otra forma, los lunes, martes y jueves hacíamos doble turno, y uno solo los miércoles y viernes. El del miércoles -por la mañana- era el más duro, los demás días por la tarde era solamente handball. Al término del entrenamiento del miércoles veíamos videos, nuestros errores el partido anterior, los jueves y viernes analizábamos al siguiente rival (el primer día su ataque, el segundo su defensa). En Francia, que es más profesional, sí jugábamos de visitante, el mismo sábado por la mañana viajábamos en tren, hacíamos la siesta, jugábamos, pernoctábamos en esa ciudad, y regresábamos ese domingo, que teníamos libre. Si había sido duro, el lunes más que nada era de recuperación. En España era distinto, con Ademar León acostumbrábamos a jugar sábado y miércoles, en la instancia continental, así que hubo semanas en la que entrenábamos apenas dos días”.
La previa, en casa
“En Francia, el día previo a un partido de local, cada uno dormía en su domicilio. Tres horas antes de juego nos juntábamos a merendar (“la colación, como le dicen en España”), se hacía una charla, y después íbamos a la cancha. No hay concentraciones, excepto cuando sos visitante, o en los equipos top, como el Montpellier, donde juega Diego. Con el tiempo fui aprendiendo a relajarme, de chico me obsesionaba mucho con el rival, veía muchos videos. Ahora me gusta prepararme solo, y con las nenas se hace un poquito difícil”.
España, una cruz
“No me gusta jugar con España, porque siempre nos ganan por mucho, ahora nos veremos en San Juan. Tampoco me gustaba enfrentar a mis hermanos, tuve la mala experiencia que Diego nos mandó al descenso a Pablo y a mí, cuando jugábamos en Ivry. Estábamos muy comprometidos, perdimos con ellos y nos fuimos a la B”.