“Con Piazzolla reencontré mi voz”, señala la cantante, que llevará a escena grandes clásicos este viernes en el Auditorio de Belgrano.
Astor Piazzolla suena siempre y en todos lados. Hace décadas que su música es emblema de Buenos Aires que viaja por el mundo, santo y seña de una ciudad refundada por la imaginería vanguardista de su bandoneón y un sonido que abre sus sentidos a lo que siempre está volviendo. El viernes 19 a las 21 en el Auditorio de Belgrano (Virrey Loreto y Cabildo), el homenaje al gran músico argentino será sinfónico y estará a cargo de la orquesta de Andrés Robles, con la participación de la cantante Diana María. Temas con chapa de clásicos articularán un programa que alternará los instrumentales “Libertango”, “Fuga y Misterio” y el esencial “Adiós Nonino”, entre otros, con canciones como “Balada para mi muerte”, “Balada para un loco”, “Oblivion” y “Chiquilín de Bachín”.
“Fue justamente con ‘Chiquilín de Bachín’ que entré en el universo de Piazzolla”, dice Diana María a Página/12. La cantante se remonta a los tiempos de Michelangelo, en los ’70, cuando en sus rutinas incluía el tema de Piazzolla y Horacio Ferrer. “Recuerdo que se proyectaban diapositivas sobre la pared de ladrillo del fondo del escenario, mientras cantaba. Me acompañaba la orquesta de Panchito Nolé”, comenta. “Desde entonces me siento emotivamente cerca de la música de Piazzolla, en particular cuando aborda la poesía de Ferrer. Esas letras locas, inspiradas y surrealistas que viajan por los matices melódicos del genio”, continúa.
Este homenaje sinfónico a Piazzolla surgió de la iniciativa de Jorge Rodríguez, “Monitor”, un productor ligado al rock, “pero que como todos nosotros ama la música de Piazzolla y se juega por ella”, acota Diana María. “Me hace feliz muy que la producción haya pensado en mí para este homenaje, porque además de darme la posibilidad de reencontrarme con la música de un artista admirado y fundamental, me sirve para reencontrar mi voz, que estaba un poco perdida después de la pandemia. Con la tristeza de esos días, me había quedado sin la vibración y la fibra necesarias y esta oportunidad me devolvió la vitalidad de siempre. Piazzolla suena y sana, te moviliza y te conmueve”, asegura la cantante, que también supo incluir obras del gran bandoneonista en sus discos.
“De Piazzolla grabé ‘Milonga sin palabras’, una cantilena bellísima. Fue Laura Escalada la que en un gesto de gran generosidad me entregó el manuscrito inédito para que lo cante. Es una obra que él le escribió a ella y que tuve la inmensa fortuna de estrenar en el Salón Dorado del Teatro Colón y después incluirla en mi disco Ahora canto el tango”, cuenta Diana María. “Piazzolla es Buenos Aires, basta escuchar unos compases de su música y aparecen los cuadros porteños, el ruido del tráfico, el estrés de la ciudad. Pero también la calma, la melancolía. Después de años de cantarla, me sigue transformando, me pone a prueba”, continua la cantante y concluye: “Y me trae memorias de lugares, sucesos, experiencias vividas y el recuerdo de gente que ya no está. Siento que a esta altura, en la madurez, con tantos años de carrera, con tanto escenario, la música de Piazzolla me queda muy bien”.