La propuesta de Sebastián Schindel tiene a Juan Minujín como un periodista alcohólico y con sed de venganza en un policial negro, género poco abordado en el país, y que tiene su estreno este miércoles a través de Netflix.
«La ira de Dios», nueva película de Sebastián Schindel, tiene a Juan Minujín como un periodista alcohólico y con sed de venganza en un policial negro, género poco abordado en el país, y que tiene su estreno este miércoles a través de Netflix.
«Tratamos de darle bastante relieve al background de este personaje, de la historia pasada que tiene con Kloster (Diego Peretti), de su anhelo por ser un gran escritor que tuvo y que ese camino se le frustró y terminó haciendo una profesión que a él no le gusta pero que se fue acostumbrando que es el periodismo», dijo Minujín a Télam.
Kloster es un best seller que sufre una denuncia de acoso sexual envuelta en un reclamo por trabajo en negro. En medio de ello, su esposa (Mónica Antonópulos) y su pequeña hija mueren en una oscura circunstancia. Tras el trágico desenlace, su denunciante (Macarena Achaga) comienza a sufrir la muerte de su padre y hermanos, uno a uno, en situaciones que rozan el homicidio.
El personaje de Achaga denuncia ante el de Minujín que es Kloster quien está detrás de esas muertes, pero al periodista de Policiales no le interesa mucho adentrarse en la verdad, sino en poder tomarse venganza de quien en algún momento fuera un faro en la literatura.
«Lo que más tiempo me lleva y a lo que más bola le doy, porque en mi experiencia a partir de empezar a entrar en la cabeza, en cómo piensa, en qué tipo de relaciones lleva empiezan a aparecer mucho más naturalmente los vínculos con todos los otros. Con todos quiero decir con todos, no solo con Luciana y Kloster sino con mi jefe, con el taxista», dijo Minujín.
Télam: Así entrás al personaje.
Juan Minujín: Empieza a aparecer un comportamiento que tiene que ver con una construcción que va más desde adentro que diseñar el personaje desde afuera como ver un tic, cómo fuma o cómo camina. Esas cosas prefiero que empiecen a aparecer a partir de los pensamientos que tiene este personaje, y para eso hay una parte es investigación, en este caso, charlar con periodistas y con psiquiatras que atienden a personas con problemas de adicción al alcohol. O sea, empezar a generar un mundo alrededor del guión.
T: ¿Qué salió de las charlas con los periodistas?
JM: (Risas) Hablábamos mucho de la política interna dentro de una redacción, de la rosca. Cuáles son las notas más desprestigiadas, que mandan a los que recién entraron o no les van a dar ningún ascenso, cómo se comportan los periodistas que son más estrella… lo preparamos en la mitad de la pandemia, con lo cual era muy difícil el acceso a los lugares y casi todo fue por teléfono con los periodistas, pero yo trataba de ir a ver un poco.
T: ¿Hubo algo que te sorprendió o que no esperabas de este mundo de las redacciones?
JM: Me parece que todos los lugares funcionan más o menos parecido. Todos los lugares tienen una pequeña cuota de poder que se reparte y después hay gente que con ese pequeño pedacito de poder que tiene lo maneja de una manera o de otra. Pasa también en un set de filmación, pasa en un canal de televisión, o sea en lugares que yo conozco más.
T: Que sea un policial negro, ¿fue parte del atractivo para sumarte al proyecto? Es un género muy querido dentro del cine.
JM: Sí, fue parte del atractivo. Me parece que en estos casos, cuando uno entra en una película con un género tan claro y definido está bueno apoyarse y entender el género que está trabajando, pero no demasiado. O sea, que siga habiendo las tensiones actorales que hay en una comedia, en un drama, en una película de acción o un policial. Si no uno empieza a ir a los lugares comunes del género y me parece que no es así. Me parece que está bueno entender donde está jugando uno, pero no dejar de jugar, no dejar de seguir preguntándose las cosas que se preguntaría en otro género.
T: ¿Vos sos de hablar con el director y el director de fotografía para preguntar qué te va a filmar o qué plano usar o sos de ir al set y que te filmen lo que quieran?
JM: Depende mucho del set y del director o la directora. Yo trato de hacer un trabajo previo muy fuerte como para llegar al set y estar completamente entregado a que filman lo que quieran, desde donde quieran y las veces que quieran, y dar todo lo que puedo en el momento porque es el único momento que tengo control de lo que estoy. Ya después la edición y todo es otro lugar. Cuando filmé «Los Dos Papas» (Fernando Meirelles) filmaban todo el tiempo, entrabas al set y ya estaban filmando. No había un momento de “ahora hagamos”, era permanente todo el tiempo. En esta película de Sebastián era mucho más medido, porque además tiene una cámara muy cuidada y muchas coreografías de cámara. Pero trato de controlar lo menos posible esa instancia, entregar algo yo y que el director y el director de fotografía estén tratando de capturar eso de la mejor manera posible.
T: La pregunta anterior viene a colación de que, a diferencia de otros géneros, el policial negro tiene planos muy típicos.
JM: Es verdad lo que decís. El trabajo de arte fue espectacular, realmente se ve una Buenos Aires muy de un policial negro, las calles, los exteriores… Me parece que uno se va retroalimentando de lo que hacen las otras áreas, a mí me sirve el maquillaje, me sirve el vestuario, me sirve el arte, me sirve la utilería, me sirve la luz, me sirven obviamente los encuadres, etcétera, etcétera. En este caso, creo que es una película que tiene un nivel técnico muy alto, muy cuidado, están muy bien trabajadas todas las áreas.
T: Además tiene la lluvia, el viento, las hojas. Quizás es el juego con el nombre de la película de Werner Herzog («Aguirre, la ira de Dios).
JM: Obvio, en otra época (risas). Sí, por eso digo, el viento, la lluvia, los papeles volando, los cigarrillos, los sobretodos, las redacciones, hay un montón de cosas que remiten a ese género y a la vez están muy bien trabajadas, a mi juicio, dentro de la historia.