Rodeada de sus seres queridos y agasajada por las autoridades de la Comuna de Cabo de Hornos, la última hablante nativa de la lengua yagán cumplió 91 años de vida.
PUERTO WILLIAMS.- El 24 de Mayo, Cristina Calderón, la última hablante nativa del pueblo yagán cumplió un año más de vida. Sus aniversarios son siempre motivo de festejo y alegría, porque con la «abuela Cristina», como la llaman sus cercanos, amenaza con desaparecer una parte importante de la cultura de los pueblos originarios australes, los yaganes, indígenas canoeros que pueblan los canales y costas de Tierra del Fuego y el archipiélago del Cabo de Hornos desde hace seis mil años.
El viernes, a través de la cuenta oficial de Facebook, la Gobernación de la Provincia de Antártica chilena, saludó a Cristina: “Le deseamos un muy feliz cumpleaños a la «Abuela» Cristina, última hablante nativa de la lengua yagán, Tesoro Humano Vivo de Chile reconocida por el entonces Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en 2009, e Hija Ilustre de la comuna de Cabo de Hornos. Esperamos que tenga una grata jornada de celebración junto a su familia y amigos”.
En tanto, el Museo Martín Gusinde publicó una fotografía donde Cristina sonríe en un paseo por el bosque a bordo de un cuatriciclo “Una noche de 24 de Mayo hace 91 años atrás, aconteció una gran tormenta de nieve, y en una choza ubicada en Bahía Róbalo nació la abuela Cristina Calderón Harban, te deseamos un muy feliz cumpleaños!
«Soy la última hablante yagán. Otros igual entienden pero no hablan ni saben como yo», dice Cristina quien vive en Villa Ukika, el lugar donde reside gran parte del casi centenar de descendientes yaganes que aún sobreviven, a un kilómetro de Puerto Williams.
Tras la muerte de su hermana Úrsula, el gobierno chileno reconoció en 2009 a Cristina como un «Tesoro humano vivo», destacando su labor como depositaria y difusora de la lengua y tradiciones de su pueblo. Dedicada hoy a la confección de artesanías, la abuela Cristina logró traspasar a una de sus nietas y una sobrina parte del idioma yagán, un lenguaje no escrito y melódico, en claro riesgo de extinción.
Los yaganes tienen una historia de seis mil años de presencia en el canal Beagle pero comenzaron a alejarse de la pesca desde hace ya unas dos generaciones. Actualmente, la mayoría de ellos se dedican a las artesanías o a realizar trabajos ocasionales en la construcción, el turismo, entre otros.
La abuela Cristina confecciona canastos de juncos siguiendo las tradiciones ancestrales, además de réplicas de las canoas que usaban sus antepasados y tejidos de lana, que vende en un pequeño negocio levantado al frente de su modesta vivienda en la Villa Ukika. Y hasta hace unos años, enseñaba el lenguaje yagán en un jardín de infantes.
Antes de la llegada de los europeos, la población estimada de yaganes alcanzaba a unas tres mil personas. Pasaban gran parte del tiempo navegando en los bravíos mares australes, semidesnudos y cubiertos con grasa de lobo marino. Usaban pieles de lobos para soportar las bajas temperaturas, que llegan a una media anual de 5 grados.
Mientras los hombres se dedicaban a la caza de animales marinos, las mujeres contribuían con la construcción de viviendas, el cuidado del fuego y la preparación de alimentos. El impacto comenzó hace unos 150 años con la presencia de colonos europeos en la zona, que llevó a los indígenas a ir perdiendo paulatinamente sus rasgos culturales, adoptando el sedentarismo y comenzando a usar vestimentas.
Hoy en día mantienen algunas tradiciones como la fabricación de canastos de junco que recolectan al final del invierno austral y tejen sin utilizar en su confección ningún instrumento moderno y conservan sus conocimientos sobre lugares, toponimia, rutas en las montañas, cuentos y leyendas.
Hace unos años, la nieta de Calderón, Cristina Zarraga, lanzó su libro «Cristina Calderón, Memorias de mi abuela Yagán», en el que rescata la vida de su abuela intentando dejar un registro de esta última hablante del idioma yagán. «Mi abuela yagán, hoy es la portadora de las voces ancestrales de esta antigua cultura. Su memoria y su idioma nos traspasa aquella fuerza original de tiempos remotos en este extremo sur de la tierra», comentó entonces la autora.