Los forjadores de la Argentina “tenían en mente una república enorme y los inmigrantes que fundaron la AMIA retomaron esa idea para construir una comunidad judía organizada y aportar a un país grande en todo sentido”, dijo ayer el presidente de la institución, Amós Linetzky, en el marco del aniversario 130 de la creación de la institución que conduce, que se celebrará con diversas actividades como un acto en el Teatro Colón y videos inmersivos en formato 180 grados con su historia.
BUENOS AIRES (Télam, por Guillermo Lipis).- La Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) fue fundada el 11 de febrero de 1894 por un grupo de inmigrantes de origen judío que llevó adelante -como primera acción- la creación de un cementerio comunitario con el objetivo de cumplir con las tradiciones y costumbres ancestrales vinculadas con el fallecimiento de un ser querido.
Con el paso del tiempo, y a medida que aumentaba la población judía, las acciones de esta mutual se multiplicaron hasta consolidarse como una organización destinada a promover acciones de bien público y garantizar derechos.
“Los servicios sociales que AMIA brinda son un ejemplo de la asistencia bien entendida, de la solidaridad puesta en acción desde un enfoque profesional e integral de lo que significa trabajar por el bien común”, agregó este abogado de 44 años, el segundo presidente más joven en la historia de la institución, luego de Alberto Crupnicoff, que tenía 35 años cuando la presidió en 1994, año del atentado en el edificio de la calle Pasteur 633 -18 de julio-, que este 2024 cumplirán 30 años de impunidad.
A sus 130 años de vida, la AMIA es un referente entre las organizaciones sociales del país.
“El atentado sigue siendo una herida abierta que cada día duele más. A pesar del paso del tiempo, y de la impotencia por la falta de justicia, la decisión de mantener viva la memoria de las 85 personas asesinadas y seguir luchando hasta que los responsables cumplan sus penas por el delito de lesa humanidad que cometieron, sigue firme como el primer día”, aseveró Linetzky.
Agregó que al terrorismo hay que “afrontarlo con más acciones a favor de la vida, de la convivencia pacífica en diversidad, paz, y con sentido solidario; valores que AMIA encarna y lleva a la práctica como legado a las nuevas generaciones”.
Linetzky reconoció que la AMIA “saltó al ámbito nacional a partir del atentado” y desde entonces se fortaleció con muchos servicios que aporta a la sociedad general.
“Los fundadores de la AMIA pensaron a la institución como se pensó la grandeza del país”, reafirmó.
Hoy, “ser presidente de la AMIA es un desafío muy interesante y no me arrepiento de haber asumido”, explicó.
Consultado sobre qué lo llevó a tamaña responsabilidad cuando no tenía experiencia en cargos de esta envergadura, Linetzky se remontó a su época de estudiante universitario: narró que cuando estudiaba Derecho -UBA- tuvo como docente al rector del Colegio Nacional Buenos Aires, Horacio Sanguinetti, quien invitó a sus alumnos a visitar la escuela secundaria que dirigía.
“Nos llevó a la biblioteca, que es un espacio enorme, grandioso, y nos dijo: ‘miren lo que tenían en mente los creadores de este país’, o el Teatro Colón, que hasta hoy no hay nada parecido”, dice que dijo Sanguinetti.
“Tenían en mente un país enorme, grande en todo sentido, y hay que retomar esas ideas de lo que puede ser la Argentina y hacerla. Tenemos que volver a soñar con lo que podría ser”, dijo refiriéndose “al país y a la comunidad judía”, y particularmente a la institución que preside.
“La AMIA pretende ser un faro de esperanza, un ejemplo de resiliencia, una muestra de que se puede seguir adelante sin olvidar a quienes ya no están y honrando ese legado”, aseveró.
Linetzky reconoce que, como dirigente, continúa ese mandato que él lo vive a través de las tradiciones halájicas, es decir desde el cumplimiento de las reglas y prescripciones de un mandato religioso-jurídico.
-Usted no tenía tradición ni experiencia dirigencial en instituciones de esta envergadura. ¿Cómo se decidió a asumir esta responsabilidad?, consultó Télam.
“Esto es una misión, es un precepto importante trabajar para la comunidad”, explicó y aclaró que partió de “un concepto religioso”.
“A mí me gustaba mucho estudiar, de hecho estudiaba todas las mañanas, las tardes y las noches. Era realmente aplicado en mi estudio, pero hay un principio que está en la Guemará (una serie de libros que reflejan las discusiones entre los sabios y sus pensamientos analíticos), así que cuando me propusieron asumir como presidente de la AMIA me hice una pregunta halájica: ¿cuándo uno está autorizado a dejar de estudiar?: Cuando hay una misión por hacer y nadie más está para hacerlo”, explicó.
“No puede quedar un precepto sin cumplir, una ayuda sin dar, una tzedaká” (concepto que engloba los valores de solidaridad y justicia), explicó.
-¿Y qué se respondió?, preguntó esta agencia.
“Que hay momentos en la vida en que, si no hay otro, soy yo quien tengo que hacerlo. Así que cuando me ofrecieron asumir como presidente de la AMIA dije eso: si no hay otro, yo estoy. Cuando hay una misión o algo para hacer, y nadie más está para hacerlo hay que asumir”.
-¿Cuáles son las asignaturas propuestas para este año en la AMIA?
“Va a ser un año interesante y muy rico. Aunque iremos con cautela, para celebrar los 130 años de la institución pensamos un acto en el Teatro Colón, pintaremos la fachada de la AMIA de un modo artístico, tenemos pensado realizar trece videos inmersivos en formato 180 grados con la
historia institucional -uno por década- y finalizaremos la obra en nuestra sala velatoria, que será una de las más grandes de la ciudad de Buenos Aires”, explicó sin olvidar que en este 2024 también se cumplen 30 años del atentado a la institución, perpetrado aquel fatídico lunes 18 de julio gris y lluvioso.