La colonia de la desidia británica

El malvinense Alejandro Betts relata, en una serie de fragmentos que serán publicados los días domingo, historias de la vida en la colonia. En el caso de hoy, la vida de una pobladora criolla de Malvinas que vivió allí 45 años: desde 1824 a su fallecimiento en 1869.

Hola amigos

Hoy voy a escribirles fragmentos de la historia de una pobladora criolla de Malvinas y que vivió allí 45 años: desde 1824 a su fallecimiento en 1869. Aquí va el relato.

Una de las pocas personas que permanecieron en Puerto Soledad tras la ocupación británica de 1833 y el alzamiento del Gaucho Rivero en agosto de ese año fue Antonia Roxa. Antonia, o Antonina era hija de un jefe aborigen salteño, llegó a Malvinas entre el grupo de una treintena de gauchos en 1824. Sus compañeras de género eran Carmelita, una moza negra, y Gregoria Madrid.

Carmelita dio la luz a tres hijos varones quienes, junto con Matilde (Malvina) Vernet (1830), serían los primeros argentinos isleños nativos, José Simón, Manuel Coronel (h) y Richard (Ricardo) Kenny (nacidos en 1831, 1834 y 1837) respectivamente. La partera en cada caso fue Antonia.

La más popular entre ellos era Antonina Roxa que trabajó duro en varias ocupaciones, era una gaucha hábil, y se desempeñó como tal en el Valle Esperanza y la hizo ser propietaria de 24 km² de granja.

En 1826, Luis Vernet estuvo en las Islas levantando un mapa de la mayor, Soledad y se encontró con el grupo establecido en las cercanías del estrecho istmo que conecta el montañoso sector norte de la Soledad con las llanuras de Lafonia en el Sur. Sumó a su equipo de trabajo las tres mujeres y ocho hombres que habían sobrevivido las tremendas penurias de dos años a la deriva en la isla. Luego, cuando se instala en Puerto Soledad en 1829, Vernet nombró a Antonia como ama de llaves de la residencia familiar y sede de gobierno y comadrona oficial del poblado. Para ese entonces se estima que Antonia tenía 23 años.

Cuando la mayoría de la población optó por dejar la colonia a raíz del ataque de la corbeta USS “Lexington” en los últimos días de diciembre de 1831, Antonia fue parte de un grupo de alrededor de 24 individuos que optaron por permanecer en las islas luego de que la corbeta hiciera al mar a mediados de enero de 1832. Estos pobladores no creyeron la falsedad del comandante norteamericano Slacum de que Buenos Aires y su gobernador Vernet los habían abandonado y siguieron comercializando en nombre de éste.

Luego, sobrevendría la expulsión de las autoridades argentinas de la isla, el 5 de enero de 1833, y una vez más Antonia prefirió quedarse como comerciante en Puerto Soledad, junto con un secretario inglés de Vernet. Carmelita se quedó también y Gregoria había fallecido en 1830.

Después de que el Gaucho Rivero fue capturado y llevado a Inglaterra para un juicio que no prosperó porque el juez actuante consideró que la Corte de Londres “no tiene jurisdicción alguna sobre las Islas Malvinas”, Roxa fue uno de los catorce residentes de la colonia de Vernet que permanecieron en las islas, de los cuales solo unos seis eran criollos rioplatenses y el resto británicos. Ella hizo un trato con el británico teniente Henry Smith, negociando que si podía continuar convirtiendo el ganado salvaje de las islas en una cabaña para ordeñar y accedió a que pudiera quedarse con uno de cada dos terneros amansados.

El acuerdo con Smith resultó ser un movimiento astuto, devengando en un gran rebaño de ganado. El cuadro estadístico de 1842 registra a Roxa como dueña de 6 perros, 17 vacas, 6 terneros, 7 bueyes, 6 gallinas y una cabaña de piedra de dos habitaciones. Además, el censo del año siguiente informa que Antonia es propietaria de un sexto de un acre, varias casas, diez vacas y cuarenta ovejas.

Cuando bajo el gobernador en ocupación Richard Moody trasladó la sede de su gobierno de facto a Puerto Argentino, se registró a Roxa como dueña de una parcela de tierra y propiedad por valor de 30 libras esterlinas, siendo una de las primeras residentes del nuevo poblado.

Otros archivos hablan de Antonia como una persona activa que anda a caballo como un hombre y muy habilidosa en el uso del lazo. Por otra parte; tiene un carácter muy humano y bueno siendo particularmente útil en la colonia como instructora y comadrona cuando cualquiera de los colonos está enfermos, en particular en los casos de obstetricia.

También salvó la vida de un joven caballero de la “Cleopatra” cuando la nave estaba en las islas. Es un miembro clave de la pequeña comunidad.

A finales de la década de 1840, ya instalada en Puerto Argentino, encontró trabajo como enfermera y niñera empleada por el funcionario británico Sulivan, pero por su afición a la bebida, perdió el empleo.

Luego, hacia 1851, había conseguido empleo en la granja modelo del monopolio de la Falkland Islands Company en Valle Esperanza, Lafonia. Con este trabajo ella arrendó, en su propio nombre, una estación de 2428 hectáreas por 5 libras esterlinas anuales en Punta del Medio al norte de San Carlos.

Desgraciadamente, Antonia no tuvo la misma suerte en sus relaciones sentimentales que en sus negocios comerciales. Su primer marido fue un soldado involucrado en el asesinato de José Francisco Mestivier en el mes de noviembre 1832 y fue ejecutado en Buenos Aires. Su segundo esposo fue asesinado en las Islas, el tercero era el marino norteamericano Kenny quien antes estaba en matrimonio con Carmelita y el cuarto, un gaucho diez años menor que ella, Pedro Varela. No hubo hijos con ninguno de ellos.

Falleció de cáncer en 1869 y está enterrada en el cementerio de la capital isleña. A modo de homenaje, un valle cercano a Puerto Soledad solía llamarse Antonia en la toponimia británica. Todo un personaje de la historia temprana malvinense.

Amigos míos, aquí termino por hoy. Hasta pronto.

BETTS