La dulce solidaridad

El Sureño mantuvo un encuentro con Vivina de Larminat quien cuida uno de los tesoros más grandes que dejaron los fundadores de la estancia La Despedida: la huerta y la plantación de fruta fina que ofrece los frutos más grandes y dulces de la región y con los que elabora mermeladas para la Fundación DAR CONIN.

RÍO GRANDE.- ¿Cómo es posible obtener tomates gigantes y madurísimos en la árida estepa fueguina? ¿Cómo se hace para cosechar frambuesas, grosellas, corintos y cassis tan grandes y tan dulces? ¿Por qué elaborar mermeladas se transformó en un voluntariado? Para responder a estas preguntas, El Sureño se acercó a la Estancia Despedida, donde se producen verduras a baja escala para consumo familiar y un importante volumen de fruta fina que, en su totalidad, se procesa con fines solidarios.

En la estancia también se obtienen hongos de pino que conservan secos para usar durante todo el año.

Allí nos esperaba Vivina Botet de Larminat, quien nos recibió con una torta y sus tradicionales dulces caseros que se hicieron conocidos en las ferias que organiza la Fundación DAR CONIN de Río Grande. Desde agosto hasta abril, Vivina protege sus plantas de ruibarbo, frambuesas, cassis, grosellas y corintos que se expanden libremente alrededor de la casa, para poder cosechar sus frutos y transformarlos en dulces, con la certeza de que cada frasco se convertirá en dinero para sostener la lucha contra la desnutrición infantil en Río Grande.

La Estancia Despedida está ubicada a 53 kilómetros de nuestra ciudad por la ruta provincial B. En 1979, la familia Caminos Braun Menéndez vendió estas tierras a los Larminat, siendo uno de ellos Eduardo, el esposo de Vivina. Ambos formaron su familia en el campo donde criaron a sus tres hijos, Santiago, Francisco e Inés y se convirtieron en administradores del centenario establecimiento, en el cual, como en la mayoría de las estancias, se cultivan hortalizas y arbustos frutales para consumo familiar.

Hoy, con 35 mil hectáreas que llegan hasta el límite con Chile en la cordillera, Despedida abandonó la producción lanar para dedicarse al ganado vacuno.

Al respecto, Vivina relata que después de la crisis del 2001 en que la producción de lana dejó de ser rentable, la familia invirtió en alambrados y después de 2004 hicieron mejoras en las instalaciones del casco para poder comenzar a dedicarse también al turismo rural.

Las mermeladas solidarias cuestan 500 pesos y hay de grosella, cassis, ruibarbo, corinto y frambuesas.

Así, durante varios años, ella dedicó su tiempo a ese emprendimiento familiar, recibiendo turistas de todas partes del mundo que llegaban atraídos por las vistas y la naturaleza agreste del sitio.

Sin embargo, se vieron obligados a abandonar el turismo rural en 2010, luego del incendio de la casa principal. El 31 de enero de ese año, un fuego iniciado en una de las salamandras consumió la propiedad en menos de dos horas.

La casa original había sido construida en 1917 con el resto del casco y refaccionada en 1955. Tras el incendio, Don Pérez (Perecito) reconstruyó la casa en 8 meses respetando el diseño original aunque con materiales más nuevos y de mejor calidad.

Quienes deseen adquirir las mermeladas solidarias de frambuesas, grosella, ruibarbo y corinto; dulce de cassis y jalea de corinto rojo pueden hacerlo contactándose con la Fundación DAR CONIN por redes sociales o personalmente en calle El Alambrador 146  – barrio Margen Sur los martes y jueves de 8:00 a 12:00 y por la tarde de 14:00 a 18:00

“La casa vieja era muy linda y volvimos a levantarla tal cual era. Perdimos todas las fotos, los videos, los recuerdos, pero lo importante es que nadie se lastimó. Aquel día, mientras veíamos cómo se quemaba toda la casa, pedimos ayuda por radio y un guía de pesca de Río Grande que escuchó el pedido de auxilio empezó a magnificar el tema y a la noche hubo un montón de vecinos de Río Grande que vinieron a acompañarnos”, recuerda Vivina emocionada.

Frutales y hortalizas

En Despedida, cada una de las casas de la estancia tiene una huerta y árboles frutales que cada familia cuida y de la cual consume. “Es la única manera de que el trabajo de la huerta no recaiga en una sola persona”, afirma la dueña de casa. Sin embargo, también reconoce que, en la zona, muchas veces es más fácil comprar un repollo en el supermercado por 200 pesos, que cuidarlo y esperarlo durante 6 meses en la planta.

El invernáculo está ubicado al fondo de la casa. Detrás, la estepa.

En la casa principal se encuentra uno de los invernáculos más antiguos de la isla y también poseen una huerta a cielo abierto, donde conviven ruibarbos, ajos, repollos, lechugas de distintas variedades, kale, plantas aromáticas y acelgas de gran tamaño, papas, nabos, remolachas y zanahorias, bróccolis, puerros y cebollas de verdeo, que al finalizar la cosecha darán las semillas que se usarán en la próxima temporada de siembra. Ese es el territorio que Vivina de Larminat tiene bajo su cuidado.

En el invernáculo, que se encuentra al final del jardín, ella cultiva un paraíso de tomates muy rojos y maduros que sorprenden por su tamaño, cantidad y calidad; junto a ellos crecen diversos tipos de acelgas, zapallos, lechugas, rúcula y algunas variedades más de tomates cherrys que se suman al festival de colores que ofrece el espacio. ¿Cuál es el secreto de este resultado? El sistema de riego por goteo, buenas semillas, el cuidado diario, pero sobre todo, el amor y la paciencia puesta en la tarea.

“Antes la fruta era para los visitantes, y después de que abandonamos el turismo rural me quedó tiempo para dedicarme a las plantas y a la huerta. Ante tanta cantidad de fruta, decidí colaborar con una entidad de bien público y elegí CONIN por el trabajo invaluable que hacen por los chicos” Vivina Botet de Larminat

En la estancia también se obtienen hongos de pino muy grandes y fragantes que nacen espontáneamente debajo de los árboles que fueron plantados hace más de 40 años en los alrededores de la casa y que Vivina recoge y seca para aprovisionarse durante todo el año.

En cuanto al vergel de corintos, grosellas, cassis y frambuesas que rodea casi todo el perímetro de la casa, la propietaria asegura que “no es la plantación de Ruca Kellen que es todo muy prolijo y ordenado, pero tengo una excelente producción”, aunque agrega que, “lamentablemente, el INTA nunca visitó esta huerta ni se interesó por conocer nuestros frutales”.

Acción solidaria

“Hace 6 ó 7 años que comencé a ocuparme aún más de los frutales, aunque dulces siempre hice. Los corintos están desde que se compró la estancia en 1979. También había ruibarbo y traje plantas de Santa Cruz de grosellas rojas, que dormitaron durante 7 años hasta que empezaron a dar fruta. Después traje grosellas blancas de María Behety y tardaron muchísimo en arrancar, pero cuando lo hicieron, dieron cantidad. El primer año saqué 7 kilos de la variedad blanca. Con eso empecé a hacer los dulces y comencé a reproducir las plantas por gajos y después empezaron a hacerlo solas”, relata Vivina de Larminat.

Vivina muestra con orgullo sus tomates.

Es tanta y de tan buena calidad la fruta que dan sus plantas cada año que buscó una manera de aprovecharla. “Antes la fruta era para los visitantes, y después de que abandonamos el turismo rural me quedó tiempo para dedicarme a las plantas y a la huerta. Ante tanta cantidad de fruta, decidí colaborar con una entidad de bien público y elegí CONIN por el trabajo invaluable que hacen por los chicos”.

Así, cada frasco de mermelada que elabora, se puede adquirir en la estancia o en la Fundación DAR a 500 pesos, y todo el dinero es para la institución, por lo que el trabajo de Vivina se convirtió en un voluntariado que ejerce desde su casa casi todos los días durante la temporada. “El tiempo que dedico a esto, no me lo paga nadie, pero es un placer muy grande poder hacerlo y también es la posibilidad de aprovechar la fruta y evitar que se eche a perder en la planta”.

“El tiempo que dedico a esto, no me lo paga nadie, pero es un placer muy grande poder hacerlo y también es la posibilidad de aprovechar la fruta y evitar que se eche a perder en la planta” Vivina Botet de Larminat

Reconoce que el trabajo más arduo es el de cosechar y para ayudarla, las voluntarias y profesionales de la Fundación suelen acercarse a recoger fruta para agilizar el trabajo y aprovechar tamaña abundancia. “Es que son muchas plantas y para mí, que no tengo ayuda con esto, es demasiado”.

Cada día, enfundada en su delantal amarillo, Vivina cosecha y luego transforma los frutos de su casa en una golosina que envasa con sumo cuidado, obteniendo un producto de excelente calidad y pureza. Los etiqueta y los protege para que a lo largo del año estén disponibles en las ferias de la Fundación para su venta.

Junto a voluntarias de CONIN y el resultado de la última cosecha del año: 11 kilos de fruta fresca.

Ella no lleva la cuenta de cuántos frascos elabora cada año, pero calcula que con la última cosecha superó los 300. “Para mí, que las personas ayuden a CONIN comprando un dulce, es como si pagaran una cuota y recibieran algo por ello”, destaca.

“Yo, desde mi casa, puedo hacer esto y lo hago con alegría. Pero el verdadero mérito es de las personas que integran la comisión directiva de la Fundación DAR CONIN, el equipo profesional, los voluntarios que ponen el cuerpo, la mente, el alma y todo de sí; que muchas veces renuncian a los fines de semana para ayudar a los chicos que más lo necesitan y a sus familias”.

Quienes deseen adquirir las mermeladas solidarias de frambuesas, grosella, ruibarbo y corinto; dulce de cassis y jalea de corinto rojo pueden hacerlo contactándose con la Fundación DAR CONIN por redes sociales o personalmente en calle El Alambrador 146  – barrio Margen Sur los martes y jueves de 8:00 a 12:00 y por la tarde de 14:00 a 18:00.

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