En el año 2002 integraba la comisión de festejo de las bodas de plata de mi promoción a la cual denominamos, después de la guerra de Malvinas, Promoción 53 “Héroes de Malvinas”, Peralta, Montaño y Brasich. Estos tres apellidos que nos identifican, son los de nuestros compañeros caídos el 1º de mayo tras un ataque realizado con aviones Sea Harriers a la Base Aérea Militar Cóndor, lugar desde donde operaban nuestros Pucará.
“Uniformes de un Héroe”, Cabo Principal (PM) Andrés Luis Brasich
Con ellos compartimos en los años de aspirantes cosas que aún hoy, tras el paso de los años, no se pueden olvidar; tal vez las vivencias compartidas, el haber pasado momentos donde en la preparación de un militar se lo lleva al límite de sus fuerzas, los privados de salida de franco, las juntadas en vacaciones etc., hacen que los lazos de unión de una promoción sean muy fuertes y para toda la vida.
Hoy en particular voy contar la historia de los “Uniformes de un Héroe”, Cabo Principal (PM) Andrés Luis Brasich. En nuestra época de aspirantes era un muchacho de 16 años muy jovial, excelente como compañero y amigo. Por misterios de la vida, vaya uno a saber por qué, nos encontramos en una misma aula de estudio con la misma especialidad: Mecánico de Armamento, allí nos empezamos a conocer, a hablar de nuestro futuro, proyectos, familia; por su parecido con aquel muñeco que hablaba, creado por Manuel García Ferré “El Dragoncito Chipy” de ojos azules y cachetes prominentes, de sobrenombre le pusimos Chipy, cosa que a él se notaba que le gustaba. Pasamos los dos años de preparación y un 15 de diciembre de 1978 egresamos con el grado de Cabo; a los días nos dieron nuestros destinos dentro de la FAA. Otro misterio de Dios ya que a él Reconquista y a mí a Tandil.
Después del egreso nos vimos una sola vez más, en vacaciones; posterior a este encuentro me escribió una carta que la envió en un Pucará que llegó a Tandil, allí me cargaba porque yo estaba noviando con mi actual esposa que era la hermana de otro mecánico de Armamento. En la misiva me contaba también que estaba de novio y muy enamorado de una señorita que se llamaba Liliana, y no lo vi nunca más.
En el año 1982, después del operativo Rosario, donde recuperamos lo que nos pertenece, todos los Sistemas de Armas de la FAA fueron desplegados; los Pucará por su versatilidad fueron a Malvinas, dentro del personal Técnico se encontraba Andrés. Yo que estaba en el Sistema Dagger MV fui desplegado a San Julián junto con otros compañeros, donde una tarde de aquel glorioso 1º de mayo, día del bautismo de fuego de la FAA, escuchando Radio Colonia dieron la nómina de los caídos, entre ellos Andrés Brasich, José Luis Peralta y Hugo Montaño, nuestros compañeros de Promoción. No lo podíamos creer, teníamos la sensación que no estaba pasando ¡lo que sí había pasado!!! Aquella tarde fue muy triste para nosotros los de la 53 desplegados en San Julián, lloramos, nos acordábamos de cosas de ellos- por ejemplo a Andrés los Aspirantes de Curso superior le hacían poner una sábana sobre la cabeza cual fantasma y lo hacían correr por la compañía cantando una canción de moda cuyo estribillo era “ahí viene el fantasma qué miedo qué miedo”, reíamos y volvíamos a llorar.
Al comenzar les conté que integré la comisión de Bodas de Plata de nuestra Promoción, ya habían pasado 20 años de aquel conflicto y, entre los preparativos, teníamos que invitar a los familiares de los caídos de la Promoción. Tuve el honor de invitar a la mamá de Andrés, Doña Elsa Duval de Brasich. Coordinamos nuestra visita telefónicamente para un día determinado. No la había vuelto a ver desde aquella época de Aspirantes. Llegó el día tan esperado de ir a verla e invitarla, fuimos una tarde con otro mecánico de Armamento. En el viaje pensábamos cómo sería la charla, si se acordaría de nosotros y tantas cosas más. Ellos tenían un restaurante que se llamaba Chiquitín en Villa Allende (hoy pienso que el nombre se debía en honor a Andrés). Nos recibió Don Brasich, papá de Andrés, un hombre muy amable que nos dijo que le hacía mal recordar aquellos momentos y que lo disculpáramos, que él no estaría en la reunión. De pronto aparece Doña Elsa, una señora de pelo gris, ojos azules, muy parecida a Andrés; nosotros con los ojos llenos de lágrimas, ella con una actitud firme y sin emocionarse nos dijo que ya no le quedaban lágrimas de tanto que lo había llorado. Nos dio un beso y nos invitó a pasar. Trajo la pava y mientras tomábamos mate le comentamos lo de las bodas de plata de la Promoción y que nos gustaría que estuviese con nosotros recordando a Andrés. Antes de contestarnos nos contó que había viajado a Malvinas con una placa de bronce con el nombre de su hijo, y que la Cruz Roja no había aceptado que la placa quedara en la tumba de Andrés en Malvinas y por eso la trajo de regreso consigo. Nos comentó también que aún conservaba los uniformes de Andrés y que le gustaría que quedaran en un lugar donde fueran honrados. Yo le comenté que podrían permanecer en la Sala Histórica de la Escuela de Suboficiales que se encontraba en el Casino de Aspirantes, para que ellos, al jurar nuestra Bandera, y en el momento de recitar el: “Hasta perder la vida” vieran que ese juramento no es en vano. Nos pusimos de acuerdo y me entregó un recuerdo muy valioso que tenía, los uniformes de Andrés. “Cuídenlos, Carranza”, me dijo. En ellos estaban representados su vocación, su entrega, su amor a la Patria y, sobre todo, la firme convicción de entregar la propia vida por su país y sus habitantes.
Ya con los uniformes en nuestro poder los acondicionamos y los entregamos a la ESFA para los preparativos del evento. Llegó el día de la Ceremonia de Bodas de Plata, donde también pusimos en las calles de la Escuela los nombres de nuestros tres héroes. De allí nos dirigimos a la Sala de Historia donde, juntos con la mamá y hermanos de Andrés, descubrimos el mueble vidriado donde quedaron en custodia de la ESFA, la Placa de Bronce, el Uniforme de Servicio azul pizarra y la Chaquetilla del uniforme social de verano de uno de nuestros héroes, sirviendo de guía a los aspirantes, futuros suboficiales de nuestra querida Fuerza Aérea Argentina.
El presente
El Cabo Principal (PM) Andrés Luis Brasich descansa en nuestras Islas Malvinas, su papá y su mamá ya han fallecido. Su novia, ya con 50 y tantos, lo recuerda con el amor de siempre; días atrás tuve una conversación por chat y me contó que el día 29 de abril del 82 Andrés le escribió una carta, ella decía: “lloré cada vez que las leía, más cuando las recibí… él ya había fallecido. El cartero me conocía y cuando vino a entregarlas, sin saber su contenido, se le llenaron sus ojos de lágrimas”.
Hoy los uniformes de un Héroe Nacional están expuestos en la Sala de Malvinas que se creó en la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea Argentina, donde quedarán en custodia para las próximas generaciones.