El servicio de seguridad ruso ha sido implacablemente eficaz a la hora de detener a los opositores a Vladimir Putin, pero un tiroteo masivo cerca de Moscú lo tomó por sorpresa, planteando interrogantes sobre sus prioridades, recursos y recopilación de información.
LONDRES (Reuters /NA) Reporte de Andrew Osborn; Edición en Español de Sofía Díaz Pineda.- Encargado de perseguir a los saboteadores ucranianos dentro de Rusia, de mantener controlados a los activistas contrarios al Kremlin y de desbaratar las operaciones de las agencias de inteligencia extranjeras hostiles, el FSB, principal organismo sucesor del KGB de la era soviética, no da abasto.
Eso, dicen exfuncionarios de inteligencia estadounidenses y analistas de seguridad occidentales, ayuda a explicar por qué puede haber pasado por alto otras amenazas, incluida la planteada por militantes islamistas, como Estado Islámico, que se atribuyó la autoría del ataque.
El FSB ha dicho que el atentado del viernes en la sala de conciertos fue “minuciosamente” planeado y que los agresores habían escondido cuidadosamente sus armas.
Putin afirmó el lunes que fueron islamistas radicales quienes perpetraron el atentado, pero dijo que Rusia seguía buscando entender quién lo había ordenado y afirmó que Ucrania tenía muchas preguntas que responder. Kiev niega cualquier implicación.
Cuando se le preguntó si el ataque representaba un fallo de los servicios de inteligencia, el Kremlin señaló que el enfrentamiento de Rusia con Occidente significa que las tareas de inteligencia no se están desarrollando de la forma en que solía hacerlo.
“Desgraciadamente, nuestro mundo demuestra que ninguna ciudad, ningún país, puede ser completamente inmune a la amenaza del terrorismo”, admitió el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, que añadió que los servicios de inteligencia rusos trabajan sin descanso para defender el país.
El tiroteo del viernes, en el que murieron al menos 139 personas y 180 resultaron heridas, ha socavado una de las promesas que Putin hizo hace tiempo al pueblo ruso: garantizar la estabilidad y la seguridad.
Tanto si los hombres fueron contratados por el Estado Islámico, como afirman el grupo militante y Occidente, como si puede haber habido algún tipo de conexión ucraniana, como ha insinuado Putin – y Kiev ha negado rotundamente-, hubo señales de advertencia que no parecen haber sido tomadas en cuenta.
Según los analistas de seguridad, la forma en que se llevaron a cabo el ataque y la huida evidenciaba un amplio reconocimiento previo del lugar, y la prensa rusa publicó imágenes de circuito cerrado de televisión de uno de los agresores en una visita anterior.
El 7 de marzo, la embajada de Washington en Moscú emitió una alerta de seguridad a los estadounidenses, comunicándoles que estaba “siguiendo los informes de que extremistas tienen planes inminentes de atentar contra grandes concentraciones en Moscú, incluidos conciertos”.
El 19 de marzo, tres días antes del tiroteo, Putin pronunció un discurso ante los jefes del FSB en el que rechazó lo que calificó de “provocadoras” advertencias occidentales sobre un acto terrorista.
John Sipher, que sirvió una temporada en Rusia durante su carrera en el Servicio Clandestino Nacional de la CIA, dijo que creía que el FSB pudo haber dejado pasar la advertencia porque estaba demasiado ocupado centrándose en las amenazas a Putin y su Gobierno.
La primera advertencia se produjo el 2 de marzo en el sur de Rusia, cuando las fuerzas especiales del FSB mataron a seis hombres armados a los que identificaron como miembros del Estado Islámico.