Hay destinos que nos son exóticos por default. Cuando yo le digo a algún extranjero que vengo de la Patagonia, abren los ojos y se estremecen ante la lejanía de mi tierra y los imaginarios difundidos mediáticamente de ese territorio tan austral. Lo mismo pasa con Turquía: un país que pocos ubican en el mapa pero que su nombre nos recuerda a Constantinopla, al Imperio Otomano y al genocidio armenio.
RIO GRANDE (Por M. Carla Oller).- Desde hace unos años, Turkish Airlines, la aerolínea de bandera, ha posicionado a Istambul como un hub aéreo relevante a escala global, con una estrategia de posicionamiento muy agresiva y efectiva: precios bajos para viajes internacionales, y la posibilidad de pasar una noche o un día y una noche en esa ciudad (lo que se llama Stopover), con el hotel gratis y hasta un free tour por la ciudad.
¿Cómo es que sale menos viajar de Buenos Aires a Italia vía Estambul, que hacerlo directamente? ¿Quién paga los costos de la noche de hotel de miles de turistas que todos los días llegan al Aeropuerto Internacional Atatürk?
Es la primera aerolínea del mundo por destinos en más países y la cuarta mundial por destinos servidos. Desde 2006 a la fecha, la aerolínea ha logrado duplicar la cantidad de pasajeros transportados, rozando ya los 40 millones. Actualmente sus vuelos regulares a Latinoamérica tienen como destino Buenos Aires, Sao Paulo, Bogotá y Panamá y se espera que para fin de este año, llegue a Ciudad de México y Caracas.
Debido a la falta de condiciones en Turquía, la empresa no logra cubrir las vacantes para pilotos con personal nacional por lo que es una de las pocas aerolíneas en contratar tantos comandantes extranjeros: 400, 8 de ellas mujeres*. En la actualidad, la compañía tiene una administración mixta: el 49% de las acciones corresponde al estado turco, y el 51% restante, a accionistas privados. En 2016 ha sido galardonada como la mejor aerolínea del año.
Para optar por la noche de hotel gratis, una vez en el Aeropuerto y saliendo de la aduana, hay que dirigirse hacia la salida de la terminal, girar a la derecha y dirigirse hacia la oficina del “Hotel Desk”, pegadita al Starbucks. No se pueden hacer reservas previas ni por mail, ni por teléfono; solo a través de este mostrador y por orden de llegada. Junto al billete y al pasaporte, el empleado confecciona listas y tranfer incluido, te trasladan hacia el hotel asignado, generalmente de 4 o 5 estrellas, cercanos a la zona del Aeropuerto Internacional.
Al otro día, el tranfer, puntualmente te recoge en el hotel para llevarte al vuelo. Un dato importante: se pueden despachar las valijas directamente al destino final, así no se las acarrea durante la visita a Istambul.
No imagino otra forma de conocer un lugar, que interiorizarse en su historia y su devenir político; además de su arquitectura, estética e idiosincracia, un pueblo es el resultado complejo de luchas, ideologías, conquistas y retrocesos, y si de algo sabe Turquía, es justamente de eso.
Luego de la caída del Imperio Otomano tras la I Guerra Mundial de la mano de los llamados Jóvenes Turcos (2), y la victoria simbólica indiscutida de los estados nacionales europeos, nace de las cenizas el actual estado moderno de Turquía. De la mano de Mustafá Kemal, alias “Atatürk” (el que le da nombre al Aeropuerto), un nacionalista autoritario, instaura una república laica orientada hacia Europa, basada en reformas culturales y sociales radicales. Con una política escindida de la religión y un sistema de partido único, Atatürk fue y es considerado, el fundador de la nueva Turquía.
Luego de la II Guerra Mundial y tras la muerte de su líder, Turquía se vio envuelta en sucesivos golpes de estado con accionar terrorista, de los auto proclamados defensores del orden “Kemalista”, con un único objetivo económico y político concreto: ser miembro pleno de la Comunidad Económica Europea y con un enemigo también concreto: los rebeldes kurdos del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (3) (PKK en turco), quienes en 1984 se sublevaron en una lucha armada separatista.
Esto, sumado a la visión capitalista liberal y exportadora, anticomunista y pro islámica que estos malos muchachos llevaron hasta las últimas consecuencias, Turquía terminó con una brutal crisis económica en el 2001 (4), que sumió al país en la desesperación. La falta de capacidad de los partidos tradicionales y de los militares así como la conmocionada vida política de la región, fueron el caldo de cultivo de la aparición de un nuevo actor en la escena: Recep Tayyip Erdogan, un exalcalde de Istambul que, al frente del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP en turco) renovó las esperanzas del multipartidismo, profundizó las exigencias de Europa, metió a los militares en los cuarteles y entabló diálogos con las minorías étnicas.
El AKP y Erdogan (primero como Primer Ministro y luego como Presidente), se mantiene en el poder desde hace 13 años, y si bien mostró en sus primeros años de gobierno un avance hacia una nueva Turquía, desde 2013 a esta parte, el modelo comenzó a perder el rumbo: represión, censura en los medios, persecución a periodistas, intentos para reformar la Constitución para perpetuarse en el poder, denuncias de corrupción y un nuevo ataque al PKK, se entremezclan con denuncias de apoyo al terrorismo islámico. En ese contexto, 5 atentados asolaron al país desde noviembre del año pasado, 4 de ellos en Istambul y contra objetivos turísticos.
El pasado 1 de abril, llegué a Istambul vía Turkish, y la noticia del día era la visita de Erdogan a los Estados Unidos, donde los defensores del polémico líder utilizaban el hashtag #WeLoveErdogan, para promocionarlo en Twitter, en medio de la gran censura -no solo mediática- que vive el país. Cuando se convirtió en Trending topic, el hashtag fue retirado por la red social.
Ciertos sectores críticos al mandatario turco (como Noam Chomsky), insisten en que los servicios de inteligencias de ese país, podrían estar apoyando de algún modo al Estado Islámico (EI), versión sostenida también por Rusia.
La Gran Puerta sublime
El taxista turco nos explicó que estaban construyendo un túnel por debajo del Bósforo, que unirá las dos Turquías: la asiática y la europea, y es que en esta ciudad, según de qué lado te encuentras, estás en uno u otro continente, pero según los ojos con que los mires, estarás en este o en otro mundo.
Es muy poco lo que puede hacerse en Istambul mediante una visita de Stopover, pero sin embargo es tan intenso y extraño, que la contemplación vale la pena. El city Tour gratuito si se viaja de día, es una excelente opción para tener un pantallazo general, teniendo en cuenta que el camino a seguir será el estipulado para el turismo convencional.
Los sectores de Sultanahmet (donde está el Aya Sofía), la zona del Gran Bazaar y del Topkapi Palace, serán los 3 barrios de cabecera para el fugaz viajero. Recorrer el bazar más colorido y caótico del mundo, sorprenderse por los techos y los retratos bizantinos del Aya Sofía y la Mezquita Azul, dar un paseo por el Bósforo, probar dulces a base de pistacho, fumar en anguila y pasear por los bordes de occidente, harán que las viejas construcciones centenarias y los holdings ultramodernos, se conjuguen en un panorama inusitado.
Las callecitas enredadas, los tulipanes por todos lados, altas panorámicas para tomar buenas fotos y la historia oliendo a fresca en una ciudad en constante construcción, sin duda convertirán a Istambul en un lugar al que se deba volver; bien pensada está la estratagema de la compañía.
Si solo vas por una noche, podés conseguir algunas liras turcas en la conserjería del hotel y pedir un taxi de confianza que te lleve a Sultanahmet (es posible que el taxista te espere unas horas para traerte de vuelta sin cobrarte nada extra). El restaurante Lekker, cercano a la Mezquita Azul, es atendido por Pedro, un turco de abuela malagueña, que se defiende muy bien con el español y que atiende hasta tarde. Por menos de 50 dólares se puede probar un Testi kebab tradicional, un guiso especiado de cordero cocido en vasija de barro sobre brasas de carbón, que se rompe para servir, envuelto en llamaradas vivas y con olorcito encantador.
Para la digestión, un té de manzana y unas pitadas de algún tabaco saborizado, mientras la nueva Constantinopla duerme, con la cabeza en Occidente y el corazón en Oriente.
Para tener en cuenta
(1) En Turquía solo el 31 por ciento de las mujeres trabajan.
(2) Si bien no hay números certeros, se cree que 2 millones de armenios fueron asesinados o deportados por los Jóvenes Turcos, durante los últimos años del llamado Imperio Otomano. Considerado el primer genocidio moderno, hasta el día de la fecha la República de Turquía no reconoce el hecho y es considerado un tema “tabú”.
(3) Ubicado al sudeste de Turquía (Anatolia), el territorio de la etnia kurda también incluye Siria, Irán e Irak. Después de la IGM y la imposición de fronteras por parte de Europa, los kurdos al igual que todos los pueblos de la zona, perdieron sus territorios, los cuales quedaron fragmentados en diferentes países. Los kurdos, especialmente, debieron renunciar a su nomadismo y en Turquía el uso de la lengua kurda fue prohibida y las palabras kurdas se han borrado de los diccionarios y libros de historia. Más de 40.000 personas murieron -y siguen muriendo- en el conflicto y cientos de miles más se vieron obligados a abandonar sus hogares. Si bien el líder kurdo Abdullah Öcalan, está en presión, la lucha separatista está viva y la frontera con Irak, es una zona caliente dentro del complejo escenario de Medio Oriente.
(4) La economía de Turquía se basa en la producción textil, siderúrgica y de producción electrónica, pero la falta de recursos energéticos le genera desbalances financieros importantes ya que la factura a pagar, es muy alta. La triplicación del precio del barril de crudo a fines de los ´90 fue una de las principales variables de la crisis del 2001.