La Marina Mercante tuvo héroes que dieron su vida por la patria en la guerra de Malvinas. Los tripulantes del transporte ARA “Isla de los Estados”, que fallecieron al ser atacados la noche del 10 de mayo de 1982, siguen presentes en la memoria de todos nosotros.
USHUAIA (La Gaceta Marinera).- Era 10 de mayo y se empezaba a hacer de noche. El área ya estaba casi controlada por el enemigo y el transporte zarpó para cruzar el estrecho de San Carlos y llegar a Puerto Mitre con pertrechos, combustible de aviación, munición y vehículos. De repente se oyó una explosión muy fuerte: era una bengala luminosa a unos 200 metros de altura que iluminó toda el área y delató la posición del buque.
Segundos después comenzaron los disparos de cañones contra el barco. Había sido descubierto y era atacado por la fragata HMS “Alacrity”. El primer impacto los golpeó a estribor y le siguieron entre cinco y siete cañonazos más.
El transporte, que regularmente hacía la ruta entre el continente y las islas, había zarpado el 29 de marzo de Puerto Deseado al mando del Capitán de Ultramar Tulio Néstor Panigadi con 25 tripulantes, entre ellos cuatro integrantes de la Armada Argentina.
Fue el Capitán de Corbeta Alois Esteban Payarola, oficial de enlace a bordo, quien le comunicó a toda la dotación que iban a participar de la Operación Rosario para recuperar las Islas Malvinas. Ese 2 de abril, luego del desembarco en Puerto Argentino, el “Isla de los Estados” fue el primer buque de transporte en amarrar en las islas.
La unidad había quedado afectada al apoyo logístico en el archipiélago, formando parte de las primeras operaciones militares durante la toma de Pradera del Ganso, Bahía del Zorro y Río San Carlos. Trasladaba combustible, pertrechos y personal a las distintas localidades que las tropas iban recuperando. Luego de los primeros ataques británicos, se había ordenado a todos los navíos dispersarse en las distintas caletas para no ser atacados. Pero esa noche, el “Isla de los Estados” fue detectado y estaba bajo fuego.
Tras los impactos, el buque mercante comenzó a escorarse sobre estribor. Le siguieron la oscuridad y un incendio que no pudo ser controlado. La mayoría de los hombres murieron en la explosión de los tanques de combustible, y los que quedaron se dirigieron hacia las balsas salvavidas, algunas de las cuales habían quedado muy dañadas.
“Me quedé sentado sobre el casco -rememora el entonces Capitán de Corbeta Payarola, uno de los dos sobrevivientes-. El barco estaba prácticamente horizontal, con los mástiles paralelos al agua. Se veía girar la hélice, mientras se hundía lentamente”.
El otro sobreviviente era el marinero Alfonso López, de nacionalidad española como muchos otros tripulantes extranjeros que, sin saber nadar, se había lanzado sobre la balsa que había logrado tirar al agua con la ayuda de Payarola, quien finalmente también saltó al agua. Iba sin salvavidas y tras varios minutos fue rescatado por los ocupantes de una balsa que se hundía.
Como la balsa no aguantaba el peso de tres personas, Payarola volvió al agua y quedó flotando a la deriva por otros 10 o 15 minutos hasta que lo rescató la balsa de López, donde también iban el capitán del buque y el primer oficial José Bottaro.
Esa balsa tampoco aguantaba a tantos arriba. Panigadi fue el primero en arrojarse para nadar hacia la costa, temiendo que la corriente se los llevara. El segundo en saltar fue Bottaro, el único con salvavidas.
Sobre la balsa, cuando pensó que la costa estaba cerca, Payarola ató un cabo largo y se tiró al agua para ir nadando hasta llegar a tierra firme, desde donde casi sin fuerzas empezó a tirar del cabo para acercar la balsa lo más posible. Con la poca fuerza que le quedaba, también sacó del agua a Bottaro que se ahogaba y no pudo alcanzar a Panigadi, que se había desorientado y nadaba alejándose de la costa. Payarola se desmayó del cansancio y López se las arregló para llegar hasta él. No sabían dónde estaban.
Al caer la noche el frío era atroz. Llovía y no había forma de hacer un refugio en ese impenetrable suelo rocoso. Durante esas horas murió Bottaro. Al día siguiente, desde una colina vieron una casita deshabitada, en donde encontraron bolsas de arpillera para vestirse y algo de comida. Estaban en la isla Cisne, en medio del estrecho.
López y Payarola permanecieron allí hasta el 16 de mayo, cuando los rescató la tripulación del “Forrest”, un pequeño buque de carga que había sido capturado por la Armada Argentina durante la Operación Rosario y era comandado por el Teniente de Navío Rodolfo Molini.
Como la guerra continuaba, dos aviones Sea Harrier británicos sobrevolaron el «Forrest» con intención de atacarlo, pero los pilotos prefirieron lanzarse sobre otro transporte: el “Río Carcarañá”, un buque de mayor valor logístico. El “Forrest” también rescataría a sus tripulantes cuando el buque quedó averiado.