Legionarias de María renovaron sus Promesas a la Virgen

El sábado 25 de marzo, como cada año, las Legionarias de María renovaron sus Promesas en la parroquia María Auxiliadora de Ushuaia durante la misa, oficiada por el presbítero Rodolfo Olmedo; quienes al finalizar con el oficio religioso, realizaron un compartir en conjunto.

USHUAIA.- En diálogo con la señora María Angélica -coordinadora del Grupo- comentó que éste gesto de renovación de las promesas se llama ACIES -que en latín significa Ejército en Orden de Batalla- lo hacen cada 25 de Marzo a la Virgen y que en momentos anteriores ya tuvieron promeseras.

También explicó que en la actualidad el grupo está conformando por damas, pero que igualmente se encuentra abierta la invitación para caballeros, y que como actividad, realizan misión en las casas de familias, de enfermos, ancianos y rezar el Rosario, entre otras cosas.

Sobre el Acies:

El Acies; dada la importancia que tiene para la Legión la devoción a María, cada año se consagrarán a Ella los legionarios, individual y colectivamente, el día 25 de marzo -o en una fecha lo más cercana a ésa- en un acto solemne llamado acies.

Esta voz latina -que significa un ejército en orden de batalla- designa con propiedad la ceremonia en que se reúnen los legionarios de María para renovar su homenaje a la Reina de la Legión, y para recibir de Ella fuerza y bendición para otro año más de lucha contra las fuerzas del mal.

Acies contrasta con praesidium: el primero representa a la Legión congregada, en formación; el segundo, a la misma Legión repartida en diversas banderas, entregada cada cual a su propio campo de operaciones. Puesto que el acies es el gran acto central del año para la Legión, es necesario subrayar la importancia de que acudan todos los socios.

La idea fundamental de la Legión -en que estriba todo lo demás- es que se trabaja en unión con María, su Reina, y bajo su mando.

El acies es una declaración solemne de dicha unión y dependencia, la renovación -individual y colectiva- de la declaración legionaria de lealtad. Si algún legionario, pues, pudiendo acudir a la función, no acude, da a entender manifiestamente que no tiene nada o muy poco del espíritu de la Legión, y que no la beneficia gran cosa con haberse alistado en sus filas.

El procedimiento es como sigue: En el día señalado para la ceremonia se reunirán los legionarios, si es posible, en alguna iglesia, donde se habrá colocado en sitio conveniente una imagen de María Inmaculada, adornada de flores y luces, y delante de ella un modelo grande del vexillum de la Legión, descrito en el capítulo 27. Empieza la función con un himno, y sigue después el rezo de las oraciones iniciales de la Legión, incluyendo el rosario.

A continuación, un sacerdote explicará el significado del acto de consagración que se va a hacer; después de la plática, se inicia la procesión hacia la imagen de la Virgen. Van primero los directores espirituales, de uno en uno. Luego los legionarios, también de uno en uno, o de dos en dos si son muchos.

Al llegar al vexillum, cada uno -o cada par- se detiene, coloca su mano en el asta del mismo y pronuncia en voz alta, como acto de consagración individual, estas palabras: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es.

Dicho esto, el legionario deja el vexillum, hace una pequeña inclinación de cabeza y se retira. Si por el crecido número de legionarios resultase el desfile largo y monótono, se podrá amenizar el acto con alguna música adecuada. No se debe usar más de un vexillum; duplicarlos abreviaría el acto, pero destruiría su unidad. Y, además, la prisa añadiría una nota discordante.

La característica particular del acies deberá ser su orden y dignidad. Vueltos a sus puestos todos los legionarios, un sacerdote lee en voz alta el acto de consagración a nuestra Señora en nombre de todos los presentes.

Después, todos en pie, rezan las oraciones de la catena. Luego sigue la Bendición con el Santísimo, y se termina con las oraciones finales de la Legión y el canto de un himno, y el Acies. Si es posible, inclúyase en el programa la celebración de la Eucaristía, en vez de la Bendición con el Santísimo.

Los otros detalles de la ceremonia permanecerían igual.

La Eucaristía asumiría en si todas las consagraciones y ofrendas ya hechas, y serviría para presentarlas al Padre Eterno mediante el “único Mediador” y en el Espíritu Santo, y en las manos maternales de “la generosa compañera y humilde esclava del Señor” (LG, 61). La citada fórmula de consagración: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es, no debe pronunciarse mecánicamente, sin meditarla.

Cada socio debe condensar en ella el más alto grado de comprensión y gratitud profunda. Para ayudarse a conseguirlo debería estudiar la Síntesis mariana que aparece en este Manual como apéndice 11.

Tal síntesis resume el papel singular desempeñado por María en el plan divino de la salvación, y, por consiguiente, el deber de gratitud que cada uno ha contraído con Ella.

Tal vez se podría hacer de esa síntesis el tema de la lectura espiritual y de la allocutio en la junta del presidium precedente al acies.

Se ha sugerido que se use también como el acto colectivo de consagración en la ceremonia misma.

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