Steven Spielberg mira hacia atrás y revisita aquello que lo enamoró del séptimo arte en “Los Fabelman”, cinta de corte autobiográfico en la que ficciona su infancia y adolescencia y la forma en que el cine lo acompañó en los vaivenes de la vida familiar, y que llega mañana a las salas locales tras obtener siete candidaturas para la próxima entrega de los premios Oscar, entre ellas a Mejor película.
(Por Victoria Ojam).- Escrita en conjunto por el multigalardonado realizador y el dramaturgo Tony Kushner, la narrativa de iniciación que ofrece Spielberg resulta una bocanada de aire fresco en su trayectoria, no por necesaria sino por la singularidad que planta en una nómina de filmes que, desde distintos géneros, se caracterizó por invitar al público a entregarse a la experiencia mágica de la pantalla grande.
Atravesados por situaciones extraordinarias o sobrenaturales, los personajes a los que uno de los grandes nombres de Hollywood tiene acostumbrada a la audiencia son despojados de heroísmo en “Los Fabelman”: él, sus padres, sus hermanas y las personas que van y vienen en su juventud tienen tantas virtudes como vicios terrenales, bajo una lente que busca no dramatizar ni romantizar de más el mundo que reconstruye.
Es fuerte el contraste con la última entrega del director, que en 2021 volvió al ruedo luego de tres años con la vibrante remake del clásico -y hoy algo anacrónico- musical “Amor sin barreras”, sus atractivas coreografías y vestidos de colores. Ahora, Spielberg baja todas las perillas de espectacularidad para hablar de sí mismo y de cómo fue sobrevivir a la inestabilidad del desnudado sueño americano en los 60.
Primero lo hicieron Francoise Truffaut con “Los 400 golpes” (1959) y Federico Fellini con “Amarcord” (1973), mucho después llegaron “Crooklyn” (1994), de Spike Lee, e “Historias de familia” (2005), de Noah Baumbach. La “Roma” (2018) de Alfonso Cuarón, “Dolor y gloria” (2019), de Pedro Almodóvar; y el recuerdo de Kenneth Branagh en “Belfast” (2021) hicieron crecer la lista. Tendencia, señal de madurez o ambas, llegó el turno para Spielberg de recordar su pasado y contarle al público su propia historia de origen.
Con ese objetivo, la trama presenta a Sammy Fabelman, que en su tierna infancia y en la penumbra de una sala de cine descubre -con un homenaje directo al nacimiento de este arte y su inseparable relación con los trenes- el poder de la imagen en movimiento para provocar sentimientos como el miedo y la emoción. Apañado por su madre, Mitzi (una genial Michelle Williams), y no siempre entendido por su padre, Burt (Paul Dano), el chico crecerá buscándose a sí mismo con la cámara pegada a su mano.
Ya adolescente -encarnado por el joven Gabriel LaBelle en una notable interpretación-, Sammy intenta dedicar el mayor tiempo posible a las cada vez más ambiciosas cintas amateurs que realiza con los pistoleros y aventuras que siempre consumió. Pero además, se convierte en el encargado de documentar la inconstante vida familiar, con sus mudanzas y cambios permanentes.
Sin embargo, pronto descubrirá que esa capacidad creativa también puede ser igual de destructiva: cualquier remanente de inocencia que quedaba en él se hace trizas cuando es uno de sus registros el que genera un vuelco en la mirada sobre sus padres, sobre su matrimonio, sobre lo que están dispuestos a sacrificar. Es el cine, pero no su efecto de encantamiento, lo que marca su ruptura con la infancia.
De todos modos, los conflictos y reconciliaciones con los suyos, la timidez y el bullying del colegio secundario, los primeros amores y todos los condimentos que hacen a la experiencia adolescente no lo llevan a otra cosa que a confirmar su obsesión por narrar la vida en 24 fotogramas por segundo. Será un encuentro casi fortuito con un titán del sistema de estudios de Los Ángeles lo que culminará una historia que, trasladada a la vida real de Spielberg, en realidad recién empezaba.
“La mayoría de mis películas han sido una reflexión de aquello que me sucedió en mis años de formación. En todo lo que hace un cineasta, aunque el guion sea de otra persona, tu vida va a terminar saliendo del celuloide, te guste o no. Siempre termina pasando eso. Pero en ‘Los Fabelman’ no se trataba de la metáfora, se trataba de la memoria”, explicó Spielberg en declaraciones a la prensa de cara al lanzamiento de la cinta.
En ese sentido, el también director de “La lista de Schindler” (1993) y “Rescatando al soldado Ryan” (1998) ahondó: “No quería que la historia se contara en un espejo de vanidad. Quería que fuera un espejo comunitario para que la gente pudiera ver a sus propias familias dentro de la historia. Porque esta historia trata de las cosas buenas y malas que pasan cuando crecés en una familia que permanece unida, hasta que deja de estarlo. Es sobre el acto del perdón y lo importante que es”, dijo.
“Fue difícil. No puedo ni imaginarme pasar por mi carrera sin haber contado esta historia. Para mí fue como una máquina del tiempo, y que esa máquina se apagara de repente, y que ahora todos los recuerdos estuvieran encerrados y que tengan un orden… bueno, como dijo Thomas Wolfe, ‘no se puede volver a casa’. Y al final del rodaje me di cuenta de que nunca podría. Pero al menos puedo compartir esto”, concluyó Spielberg.
Seth Rogen, Judd Hirsch, Jeannie Berlin, Julia Butters, Robin Bartlett y Tina Schildkraut, entre más, completan el elenco de esta propuesta que arribará a las salas con la compañía de una banda sonora compuesta por el emblemático John Williams -en su 28va. colaboración con el cineasta- y luego de que ayer se conociera que disputará siete categorías en los lauros de la Academia de Hollywood.
Aunque sin postularse como la gran favorita pero sí como una competidora fuerte tras obtener los premios a Mejor película dramática y Mejor dirección en los Globos de Oro, la obra de Spielberg obtuvo desde ya el reconocimiento de ser considerada para esos mismos rubros y para las ternas de Mejor actriz, actor de reparto, guion original, música y diseño de producción.