Los paisajes y la mística del Fin del Mundo atraen miles de turistas en Semana Santa

La posibilidad de contemplar paisajes con mar, bosque y montaña en un mismo sitio, que además es el más austral del mundo y está repleto de historias de aventureros y presos famosos, transforman a la ciudad de Ushuaia en un lugar ideal para visitar en Semana Santa, donde los niveles de ocupación hotelera llegarán hasta el 70% (de las 6 mil camas habilitadas) según estimó el Instituto Fueguino de Turismo (Infuetur).

TELAM ((Por Gabriel Ramonet, corresponsal).- Con tres o cuatro días por delante, los visitantes a la ciudad del Fin del Mundo suelen optar por las opciones más tradicionales que ofrece el destino, incluyendo la observación de los principales atractivos naturales aunque sin descuidar la degustación de los platos clásicos y un repaso por lo más célebre del pasado histórico de la zona.

Los turistas arriban al aeropuerto Malvinas Argentinas de la capital fueguina después de tres horas y media de trayecto desde Buenos Aires, en vuelos que regentea mayoritariamente Aerolíneas Argentinas, si bien también operan con menos frecuencias las empresas Jetsmart y Flybondi.

El clima típico de isla es cambiante y extremo en estas latitudes, posibilitando horas de sol, combinadas con otras de viento, frío y hasta alguna nevada, todo en un mismo día.

El otoño ofrece como atractivo adicional el color rojizo de las hojas de lenga, presentes en el frondoso bosque que rodea la ciudad hasta lo más alto de las montañas y en las decenas de circuitos urbanos y de los alrededores donde se puede practicar senderismo, eso sí, con adecuada ropa de abrigo y calzado.

De todos modos, la primera tentación es navegar el mítico Canal Beagle que baña las costas de la bahía de Ushuaia, posee únicas riquezas naturales y un pasado repleto de naufragios, a la vez que permite una perspectiva diferente de la ciudad observada desde el mar.

Varias empresas ofrecen el servicio con excursiones cortas de dos horas y media de duración y que llegan hasta el Faro Les Eclaireurs, la isla de los lobos y de los pájaros, con un costo promedio de $12 mil para residentes argentinos.

Después del Beagle, la otra visita ineludible es al Parque Nacional Tierra del Fuego, la reserva natural de 70 mil hectáreas de bosque patagónico que se extienden desde la montaña hasta el mar y que tiene su ingreso a unos 12 kilómetros del centro urbano.

El lugar es ideal para caminar por senderos bordeando lagunas y lagos, el avistamiento de aves y otras especies de la fauna y flora local y la llegada hasta Bahía Lapataia donde se encuentra el cartel indicativo del final de la Ruta Nacional Nº3, 3200 kilómetros al sur de Buenos Aires.

La excursión puede contratarse en agencias de turismo que incluyen el traslado en ómnibus y las entradas al parque tienen un costo de $1500 para residentes argentinos ($750 para niños y niñas de 6 a 16 años y estudiantes, y jubilados no pagan).

Además, el derecho de acceso posee un 50% de descuento si se lo visita por segunda vez dentro de las 72 horas. Antes del ingreso al área natural protegida se encuentra la estación del Tren del Fin del Mundo, que recrea el periplo de los presos del antiguo penal de la ciudad y constituye otra de las grandes atracciones de la zona.

La excursión tiene un valor de $8400 por persona, con descuentos para menores de 13 años y jubilados.

Otra serie de atracciones turísticas de Ushuaia se encuentran en inmediaciones de la Ruta Nacional Nº3, si se la recorre desde la ciudad en dirección norte.

Así se puede llegar hasta Tolhuin, en el llamado “Corazón de la isla”, transitando por el Paso Garibaldi, donde se atraviesa la Cordillera de los Andes en uno de sus puntos de menor altura y donde existe un mirador al Lago Escondido.

Por un desvío en la Ruta Provincial J, también se puede llegar hasta Almanza, un pequeño poblado de pescadores situado a orillas del Canal Beagle, con buena oferta gastronómica de centollas frescas y otros platos de la zona.

La posibilidad de realizar caminatas por senderos que llegan a lagunas, picos montañosos o glaciares es múltiple y abarca distintos tipos de distancia y niveles de dificultad.

Una caminata clásica es a la Laguna Esmeralda, por un sendero que parte desde la Ruta 3 (a unos 15 kilómetros de la ciudad) y que se extiende a lo largo de 9 kilómetros.

La excursión contratada y con la presencia de un guía cuesta a partir de los $20 mil aunque muchas personas la realizan sin supervisión.

Para el trekking, las autoridades recomiendan la utilización de ropa técnica (calzado con suela adecuada, remeras térmicas, camperas impermeables) debido al clima cambiante de la zona y al suelo húmedo con lugares con turba.

A su vez, el centro de Ushuaia puede recorrerse mayormente a pie, y allí existen atracciones como la galería temática El Viejo Lobo, el Museo del Fin del Mundo y el Museo Marítimo.

Un lugar tradicional del centro es el Museo del Presidio, que conserva la mayoría de las instalaciones del antiguo penal de Ushuaia, un sitio que funcionó desde 1920 hasta 1947 y alrededor de cuyas actividades fue creciendo la ciudad.

La visita que tiene un costo de $4300 para residentes argentinos (con promociones para estudiantes, jubilados y grupos familiares) permite ingresar a los calabozos donde estuvieron recluidos presos como el famoso asesino de niños Santos Cayetano Godino (alias el Petiso Orejudo) o el anarquista Simón Radowitsky, entre muchos otros.

En los museos de Ushuaia es posible sumergirse también en historias increíbles de navegantes intrépidos, exploradores de los confines y naufragios famosos ocurridos en la región.

Y para después de las excursiones, las caminatas y los recorridos históricos, la gastronomía fueguina tiene dos platos principales que pueden conseguirse en restaurantes céntricos: las centollas preparadas de diferentes formas y extraídas del propio Beagle, y el cordero fueguino

cocinado al asador.

En algún tiempo libre, se puede caminar por la costanera de la ciudad, acercarse hasta el Saint Christopher, un barco encallado desde 1954 y fotografiarse junto al cartel de Ushuaia, una postal clásica para atesorar el recuerdo único y la mística de haber llegado hasta el Fin del Mundo.

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