“Los pueblos originarios siguen vivos”

Angélica Tivoli y Ana Butto, doctoras en Arqueología, son integrantes del equipo de investigación sobre pueblos originarios que tiene su base en el CADIC. “Como investigadores nos hemos replanteado esa idea de la extinción. Estos pueblos siguieron viviendo”, aseguran.

USHUAIA (Télam).- Un equipo de investigadoras del Conicet con base en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic) trabaja para desterrar el paradigma de que los pueblos originarios de la zona se extinguieron después del contacto con los europeos mientras desentrañan su forma de vida, sus costumbres y su hábitat e incluso su tiempo de existencia que ya fue corroborado en, al menos, 9 mil años antes del presente.

“Como investigadores nos hemos replanteado esa idea de la extinción. Estos pueblos siguieron viviendo, quizá no de la misma manera, cazando en canoas, pero aún hoy hay gente que se reconoce como pueblo yagán, el pueblo originario del canal Beagle”, explicó a Télam Angélica Tivoli, doctora en Arqueología e integrante del equipo de investigación sobre pueblos originarios que habitaron y habitan la costa sur de Tierra del Fuego.

Para Ana Butto, también arqueóloga y miembro del mismo equipo, así como las pruebas científicas corrieron “hacia atrás” la cronología de la presencia de estos pueblos en la zona, también se corrió “hacia adelante” su permanencia, incluyendo la historia reciente y el presente de estas comunidades.

“Este cambio de paradigma nos permite discutir y evaluar de otro modo cómo fue el proceso de contacto con el hombre blanco, que en su momento se pensó únicamente como el contagio de enfermedades, la violencia y la extinción”, detalló Butto a Télam.

La investigadora mencionó que la idea de extinción de los pueblos originarios de Argentina y también de Chile forman parte de una “narrativa usual muy instalada” cuando, la realidad es que, en la mayoría de los casos, las comunidades “fueron convertidas a poblaciones sedentarias, cambiaron la dieta, fueron evangelizadas y educadas en un sistema distinto que les negó hasta su propia existencia, pero a pesar de ello siguieron vivos, retrotrayendo y manteniendo muchas de sus tradiciones en la seguridad del espacio doméstico”, indicó.

Según Butto, las legislaciones recientes terminaron reconociendo la preexistencia de estos pueblos antes de la formación de los estados y desde entonces se les concedieron derechos que les permitieron volver a salir a la luz pública, revirtiendo en parte ese proceso de invisibilización.

Uno de los hallazgos más recientes de este equipo de arqueólogas (y de otros colegas) consiste en haber demostrado que el poblamiento del canal Beagle y sus zonas adyacentes no se remonta a los 6000 ó 6500 años de antigüedad como se pensaba, sino como mínimo a 9000 años antes del presente.

Para ello, las investigadoras dejaron de lado los clásicos sitios arqueológicos de la costa del canal Beagle, llamados “concheros”, porque entre restos de caracoles y moluscos se conservaron restos materiales de estas civilizaciones, para concentrarse en otros sitios más antiguos.

“Históricamente se estudiaban los concheros. En estos lugares hacían fuego, vivían, comían y realizaban sus actividades cotidianas parte de estos pueblos. Pero en los últimos años incorporamos otros lugares de mayor antigüedad descubiertos bajo la tierra o rocas”, señaló Tivoli.

Elementos rescatados durante la investigación.

También explicó que antes se creía que esos hallazgos materiales pertenecían a otras poblaciones, básicamente cazadores recolectores del norte de la isla, pero en los últimos años se comenzó a evaluar que se trata del mismo pueblo.

“Estamos tirando cada vez más atrás en el tiempo el poblamiento de la zona. Dos de los proyectos que tenemos actualmente apuntan a eso”, confirmó Tivoli.

“Antes el equipo trabajaba principalmente en el sector central del canal Beagle, del lado argentino, y en los últimos tiempos se excavó en otros lugares, como Isla de los Estados, Estancia Moat, Península Mitre e islas e islotes internos del canal”, apuntó Butto.

A su vez, el avance de las investigaciones permitió incorporar particularidades que antes no se conocían.

Por ejemplo, se sabía que estos pueblos podían navegar, que habitaban la costa y consumían recursos del mar como lobos marinos, pero también se descubrieron grupos con distintas costumbres.

“También hubo cambios según la época. A medida que nos acercamos en el tiempo a la actualidad, la cantidad de lobos marinos que cazaban fue disminuyendo y se fueron incrementando otros recursos, sobre todo a partir de los 1500 a 1000 años antes del presente”, completó Butto.

Por otra parte, el estudio de estas sociedades permitió mejorar el conocimiento de su hábitat.

“Los sitios arqueológicos contienen materiales susceptibles para investigar desde la evolución de la temperatura del agua en el canal Beagle, hasta la cantidad de oxígeno y hasta las dietas de los animales que consumían. De hecho trabajamos en conjunto con investigadores de Canadá y Estados Unidos para analizar el cambio de dieta de los cetáceos a lo largo del tiempo”, destacó Tivoli.

El trabajo de este mismo equipo científico, del que forma parte desde Buenos Aires la arqueóloga Danae Fiore (también del Conicet) permitió relocalizar y estudiar en 2022 dos colecciones de casi 400 objetos de las sociedades selk’nam, yagan y kawésqar de Tierra del Fuego en museos europeos.

“Son muchos objetos que fueron, en el mejor de los casos intercambiados, y en el peor hurtados o robados, y que muchos de los exploradores, científicos, etnógrafos y hasta turistas se llevaron con destino incierto. En este caso eran colecciones de Martín Gusinde, un sacerdote y etnólogo quien investigó los pueblos fueguinos”, relató Butto.

Parte de esas piezas fueron encontradas en un museo de Austria y otra en un monasterio donde Gusinde vivió y estudió.

“No fue fácil llegar y llevó toda una investigación previa. En 2018 pudimos acceder a la mayoría de la colección que estaba en cajas cerradas desde hace 40 años. Su estudio nos permitió ver completas piezas de madera que solo intuíamos por hallazgos arqueológicos, así como otros elementos ligados a la realización de ceremonias religiosas y estudiar la forma en que elaboraban pigmentos”, describió la investigadora fueguina.

CADIC, UN POLO CIENTÍFICO

El Cadic fue creado por un decreto presidencial del 9 de abril de 1969, aunque sus actividades comenzaron a fines de 1981, una vez completados los 6300 metros cuadrados que formaron parte de las obras esenciales de la construcción de su edificio en Ushuaia.

La mayor extensión de sus instalaciones se concretó en 2013, durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, cuando se ampliaron 4138 metros cuadrados de superficie en laboratorios, oficinas para investigación y administración, salas de reuniones, repositorio de muestras, acuarios, estacionamiento, aulas y viviendas para el personal.

En la actualidad trabajan allí 171 personas entre investigadores (61), becarios (57), personal de apoyo (39) y administrativos (14).

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