“Un soldado no muere en el campo de batalla, muere cuando su Patria lo olvida”.
Pero el guerrero nunca muere, siempre que sea recordado como el guerrero que fue; cuando deja este mundo, es porque su tiempo en él ha culminado, se cierra ese ciclo e inicia un nuevo ciclo, va a descansar con sus camaradas y a custodiar nuestras Islas desde el cielo, pues en vida vive alegrías y tormentos, ver el rostro de la muerte, perder amigos, más que amigos, hermanos de la turba, donde el sudor, el barro, la sangre, se mezclan y se sienten, tan así que ese olor perdura por el resto de nuestra existencia física; y en la boca, sentimos ese sabor amargo por los hermanos que dejaron su vida; pero hay una amargura superior, es cuando termina la guerra y empieza la peor de las guerras, cuando la ignorancia e indiferencia de un pueblo, veja y maltrata a sus héroes.
La desmalvinización provocó heridas que aún no cicatrizan, heridas que llevaremos por siempre en nuestro corazón, tener que escuchar frases de “personas” que nos dicen: ¡ustedes no cumplieron con su promesa, no defendieron la Patria hasta perder la vida! ¿Cómo pueden juzgarnos si no conocen el fragor de la batalla? ¿Con qué falsa moral se atreven siquiera a intentar criticarnos? Pobres personas, no merecen llamarse argentinos.
Desde el 19 de junio de 1982, momento en que bajamos del SS Canberra, como Prisioneros de Guerra y que pisé territorio continental argentino en la hermosa ciudad de Puerto Madryn, donde nuestros compatriotas nos recibieron con ese calor argentino que sabemos dar cuando mostramos aprecio, hemos pasado por innumerables estados del trato recibido de “otros” ciudadanos que habitan nuestro país: indiferencia, prejuzgar, fabular, agresiones, y hasta hemos sido vilmente utilizados por el poder político, aún hoy lo hacen; he pasado por varios estados de ánimo, siempre contenido por hermanos de la guerra como Marcelo Lanatta, Eduardo Di Vito, Jorge Beltrami, Lorenzo Luengo, Florencio Campos, todos exsoldados VGM, y señores exsuboficiales como Alfredo Arley, Beto Pedace, Roberto Oliva, Armando Antillano, Rolando Spizuoco y Zacarías Rovedatti, estos tres últimos, fallecidos hace escaso tiempo, solo por nombrar algunos.
He estado triste, deprimido, conteniendo la bronca sin poder hablar del tema, hasta con cierto miedo de hablar de la guerra, para no enfrentarme con otros argentinos que creyeron un relato fabricado por pusilánimes politiqueros de turno.
Pero siempre orgulloso de haber defendido “mis Islas”, “nuestras Islas”. De haber dado lo mejor de mí, de haber estado hombro con hombro con mi gente, con mis soldados, con mis suboficiales. Con el tiempo entendí que esos altibajos tenían un nombre: “Estrés Post Traumático”.
Eduardo Dalmedo nos comparte la primera carta que envió a su padre durante el conflicto
Poco a poco le fui dando sentido a mi vida, mi visión de aquel momento fue: “si volví y muchos otros no lo hicieron, debo merecer mi regreso, debo dar lo mejor de mí para mi Patria”. Conocí a mi esposa Mónica, un roble que siempre me apuntaló, mi compañera de vida, con la que formamos una familia digna, con valores, con hijos que cada uno de ellos hoy, lucha desde lo laboral, bregando por un país mejor, quienes también nos han bendecido con hermosos nietos que amamos.
A 39 años de aquella epopeya y haciendo un balance de lo vivido, me siento orgulloso de haberme desempeñado con integridad, tratando de ser ejemplo de mis subordinados, motivándolos y conteniendo a cada uno de ellos en momentos difíciles.
La guerra nos forja, nos endurece, nos muestra miserias y nos hace distinguir los límites de cada uno, nos hace reconocer hasta dónde somos capaces de llegar, pero, sobre todo, nos enseña a vivir la vida, respetando y respetándonos, como dice el poeta: “Carpe Diem”, aprovecha cada momento, disfruta cada momento.
El mejor pago que tenemos los Veteranos de Guerra es el abrazo de un camarada, de un amigo, de un argentino y la mejor medalla que nos pueden dar es el reconocimiento de quien fuera un subordinado y hoy es un hermano de la turba. Yo agradezco a Dios, porque tengo muchas de esas medallas. ¡Viva la Patria!
Eduardo Norberto Dalmedo
Veterano de la Guerra de Malvinas
Exsubteniente del Regimiento de Infantería Mecanizado 7
Monte Longdon, Wireless Ridge, Moody Brook.
Malvinas Argentinas
Un abrazo estimado Eduardo. Tiempo atras perdi mis contactos en face sin conocer la causa. Hoy he leido algo de tu historia y pude apreciar la forma en q sos reconocido. Esperando retomar contacto te saludo con el mayor afecto. Hugo.
América tiene héroes vivientes 🇦🇷
Muy bello tio que lindo todo💕
Muy buen relato y excelente documento, la carta.
Felicitacio es por mostrar este sentimiento y vivencia!!
Felicitaciones a Eduardo Dalmedo por prometer volver con todis sus sdados!
Gracias VGM Eduardo Dalmedo!
Un abrazo grande y fuerte lleno de admiración y orgullo por un amigo cómo Eduardo…