Mario Benedetti y Dominga Maldonado

NOS DEJARON VALORES INQUEBRANTABLES DE SOLIDARIDAD.

Los «antiguos pobladores» arribaron a Tierra del Fuego antes de 1972. Eran unos 3.500 habitantes, en su mayoría chilenos.
Nuestros padres, Mario José Benedetto y Dominga Esther Maldonado, llegaron siendo muy jóvenes, en el año 1960, oriundos de Ranelagh y Quilmes, respectivamente, dos ciudades cercanas entre sí al sur de la provincia de Buenos Aires. Papá había nacido en Rufino, provincia de Santa Fe, un 10 de febrero de 1933 y mamá en San Andrés de Giles, cerquita de Luján, el 26 de septiembre de 1930.

Sus relatos de aquellos días se parecen mucho a los de otros pobladores pioneros. La travesía de cruzar la Patagonia, el avión muy chiquito que los trajo hasta acá, la falta de recursos como el gas; pero también el encuentro entre las familias, la solidaridad, la amistad y la tranquilidad de conocerse entre todos.

Sus hijos seguimos habitando esta ciudad, orgullosos de nuestra fueguinidad y de nuestros padres que nos enseñaron el valor de reconocernos como hijos de esta tierra y también a recibir al que llega tendiéndole una mano.

¿Qué recordamos de ellos? Nos contaban que, como no había gas, se calefaccionaban con leña y en más de una ocasión debieron quemar una silla porque el frío apretaba. Después tuvieron calefacción con querosene hasta que llegó el tendido de gas a la cuadra. Aunque había luz eléctrica, se sabía que cuando llegaba el invierno tenían que tener un buen acopio de velas, porque se cortaba seguido.

No tenían heladera, o sí, porque un cajón que se extendía de la pared hacia afuera congelaba mucho más. La nieve en aquellos días llegaba a la altura de la ventana. Para entretenernos, de chicos, jugábamos a la lotería y papá nos construía trineos con los que patinábamos en lagunas cubiertas de hielo durante los largos meses de invierno.

También nos llevaban a dar la vuelta a la manzana, después de comer; recuerdo que se nos congelaban las narinas al respirar el aire frío pero no importaba, nos divertíamos y no sentíamos la crudeza del clima ni lo difícil que era vivir sin comodidades.

Papá era técnico electricista y al principio tenía un taller de reparación. El fue el primer técnico de la ciudad que arreglaba televisores, junto a su socio, Jorge Moján. Su primer trabajo fue el de técnico en la planta radioeléctrica del Correo, en el centro de operaciones que existía en Piedra Buena, tarea que realizó hasta 1973 cuando, con la llegada del microondas, se levantó la planta, y pasó automáticamente a depender de Radio Nacional.

Tuvo amigos entrañables como Nicolás Bilic y Néstor Bianchi. Con ellos conformó la comisión directiva del club QRU, el cual estaba integrado por los trabajadores del Correo y cuyo nombre se refiere al código Q que es un código de señales de tres letras utilizado en telecomunicaciones. Ante la pregunta QRU ¿Tiene usted algo para mí? La respuesta es “no tengo nada”, “estoy a disposición”. La situación de no tener nada en los orígenes de la creación de la entidad deportiva, tan solo el deseo de sentar las bases de un club que los uniera, hizo que eligieran este nombre tan peculiar. Bajo su presidencia el club logró levantar su sede en calle Rosales.

Mario Benedetto también incursionó en la política. Cuando en 1983 llegó la democracia, se sumó a quienes conformaban el MID como Movimiento de Integración y Desarrollo en Tierra del Fuego, integrando alguna lista.
Me gustaría nombrar aquí a otros amigos de la familia que hacían las veces de nuestros “tíos” ante la falta de familiares directos: Cirilo Tomas y Elena, Cipriano Benítez y Amalia Benítez, Jesús Medina y su esposa Marta, Onofre Madero y su esposa, Santiago Hernández y Eva, Ana de Miranda y su esposo Arturo. Todos ellos siempre estuvieron cerca y se apoyaron mutuamente en momentos difíciles.

Pero Doña Esther no se quedó atrás tampoco en cuanto a su participación en la sociedad fueguina. Aunque se había criado en el campo y era la menor de 12 hermanos, tuvo la valentía de seguir a su marido a una tierra lejana y empezó una hermosa familia muy lejos de la propia con mucha decisión. Ella era más emprendedora y así, incursionó en el comercio manejando su propio kiosco, el “Quiosco Danny”. Pero antes, ambos también habían creado la primera fábrica de helados artesanales, que no tuvo continuidad porque los costos eran altos y la situación económica era difícil. Además de comerciante mamá fue empleada de fábrica, trabajó en el Frigorífico CAP, fue voluntaria de Cáritas con las hermanas de La Virgen Niña y siempre luchó por ser independiente con decisión y mucha fortaleza.

De todos los recuerdos de aquellos días, creo que el más curioso es que conocimos a Doña Ángela Loij de cerca. Ella venía a casa a lavar la ropa, la recuerdo como una mujer alta, corpulenta y de manos grandes. Contaba historias de cómo se había construido el Paso Garibaldi y de cómo eran sus vidas antes.

Mario Benedetto falleció el 28 de agosto de 2012, a la edad de 79 años y Esther falleció el 5 de mayo de 2015, a la edad de 85 años.

Esta pareja se radicó en Río Grande siendo recién casados y con su esfuerzo y sacrificio han aportado para engrandecer esta tierra venciendo la adversidad, por eso merecen ser recordados siempre como Antiguos Pobladores. Aquí dejaron toda su familia, sus cuatro hijos, tres mujeres: Adriana, Pamela, Alejandra («las Benedetto»), un varón (Marito); diez nietos, Maximiliano, Franco, Valentina, Antonela, Emilia, Ángeles, Agustín, Valentín, Julieta, Francisco y dos bisnietos Lucio y Emma.

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