La Fundación DAR, que lucha contra la desnutrición infantil en Río Grande desde hace 10 años, asegura que cada vez son más las familias que reemplazan alimentos nutritivos por otros más baratos pero que no aportan nutrientes. “El hilo se está cortando por lo más delgado”, alertaron.
RÍO GRANDE.- El equipo de nutricionistas de la Fundación DAR expresó su preocupación por el número cada vez mayor de familias que, ante el costo de la canasta alimentaria, redujo la compra de lácteos, frutas, verduras, huevos y carnes, para reemplazarlos por harinas, arroz y fideos, que llenan más pero no alimentan.
“Detrás de cada número y cada porcentaje de pobreza o indigencia, vemos un niño que se va a dormir sin cenar o se levanta tarde para no desayunar… treinta, cuarenta o cincuenta pesos hacen la diferencia, si almuerzan, cenan o no”, aseguraron las profesionales el viernes pasado, en ocasión de celebrarse el Día de la Nutrición.
Está científicamente probado que una dieta rica en frutas, verduras, cereales, granos integrales y pescado protegen al cerebro mientras que, de manera contraria, una dieta rica en grasas saturadas, grasas trans y colesterol está asociada a un aumento del riesgo de presentar deterioro cognitivo.
“Sabemos de la importancia de la alimentación y estimulación en los primeros años de vida, la primavera del sistema nervioso, los primeros mil días de vida van a marcar el futuro de estos niños. Todos queremos que nuestros hijos vayan a la escuela, que estudien, que sean personas de bien; ellos son el futuro y cuidar su cerebro es clave para que puedan desplegar todo su potencial genético y tener las mismas oportunidades”, afirmó Natalí Lobo, licenciada en Nutrición, de DAR.
Por su parte, Valeria Ochoa, una de las caras más visibles de la Fundación DAR, describe que “la crisis actual impacta drásticamente en la calidad y cantidad de alimentos obligando a que las familias vulnerables implementen estrategias negativas para hacer frente a la crisis económica y al alza de los precios de los alimentos. Algunas de las estrategias suelen ser: sustituir alimentos de buena calidad por otros más baratos pero menos nutritivos, reducir su consumo alimentario sustituyendo alimentos frescos, como leche, huevos, carnes, frutas y verduras por farináceos.
Malnutrición vs. obesidad
Ochoa indica que “no sería extraño pensar que si un niño no tiene ingresos y reduce su ingesta energética adelgace y, en consecuencia, se desnutra. Sin embargo, el caso es mucho más complejo y desmitifica todos los paradigmas impuestos. En la actualidad coexisten ambas patologías, por un lado aquellos niños que por diversas causas tienen una limitación en su ingesta diaria de alimentos y por lo tanto, de sus nutrientes, y se encuentran por debajo de los estándares de normalidad para su peso y talla”.
“Por el otro, niños que acceden a una alimentación monótona sin variedad de nutrientes, con escasa o nula calidad nutricional, estos alimentos que “llenan la panza” pero que no nutren el cuerpo. Entonces vemos niños por encima de los estándares para su peso o incluso obesos, con su talla acortada”. Esto quizás explique por qué en la actualidad en nuestra provincia 1 de cada 2 niños son obesos infantiles según datos del Programa Nacional de Salud Escolar.
Efectivamente, las gaseosas, los azúcares simples, las harinas refinadas, los productos de panadería como otros tantos, no aportan proteínas de buena calidad o micronutrientes como calcio, hierro o zinc, que es lo que necesita el cuerpo para crecer en su estructura.
Ochoa asegura que no atender la nutrición de los niños, no sólo los perjudica a ellos sino que el daño lo padecerá todo el país. “Cómo será Argentina una gran nación si su capital humano activo ha sufrido carencias nutricionales prolongadas durante su infancia?”, se preguntó.
Hagamos la diferencia
Para revertir esta situación, desde la Fundación DAR creen que es necesario garantizar la seguridad alimentaria en cada uno de nuestros niños, con alimentos de calidad, acordes a su edad, con los nutrientes necesarios para su crecimiento. Para ello, se debe facilitar el acceso a productos frescos, lácteos, carnes, frutas, verduras, pescados, entre otros.
“En la Margen Sur no se consigue pescado barato y eso es una incoherencia, en un sitio rodeado de agua. El pescado es uno de los alimentos más importantes para el desarrollo del cerebro humano”, opina Ochoa.
Además de alimentos saludables y nutritivos, es indispensable que el Estado garantice los servicios básicos para la preparación de los alimentos, cocinas, gas, leña, carbón suficiente para la adecuada cocción.
Otro de los puntos a tomar en cuenta es la sostenibilidad de la lactancia materna, acompañada de la alimentación complementaria y acceso al seguimiento y controles de salud.
Pero, como siempre, la Fundación DAR destaca que la familia es el núcleo fundamental donde deben darse los cambios para una alimentación más saludable: “El rol de la madre, el padre o tutor del niño en la selección y preparación de los alimentos es fundamental para que sea adecuado a la edad, características y etapas de cada niño”.