La novela “Taller de chapa y pintura”, escrita a cuatro manos por el binomio chileno español Mestizorras, es una historia políticamente incorrecta que reflexiona sobre la impunidad de la violencia machista, narrada en una Valencia actual y alternativa con la ayuda de canciones, noticias reales, guiones y charlas Whap, donde tres protagonistas rabiosas vengan abusos sexuales mediante una mecánica guerrillera que sigue la consigna de Daddy Yankee: “A ella le gusta la gasolina, dame más gasolina”.
TELAM ((Por Dolores Pruneda Paz).- El dúo literario está formado por “Mississippi”, la valenciana Marta Fornes, maestra de primaria de 31 años, que sube a los escenarios para recitar poemas propios donde combina sarcasmo, humor y compromiso social; y “Amalas”, alterego de la porteña Camila Gaibur -porteña de Valparaíso, no de Buenos Aires-, también maestra pero de inglés, 33 años, que llegó a España hace seis, después de viajar por América y que, como una de las protagonistas de “Taller de chapa y pintura”, es inmigrante “sudaca”.
La publicación del sello Barret cuenta la asociación sentimental de tres chicas que por contingencia y hartazgo empiezan a ejecutar una “pregunta creativa”: de qué forma matar creativamente a un ser humano, víctimas y deudas saturadas de ser apoyadas en medios de transporte, toqueteadas o violadas en fiestas cuando están tan drogadas que no pueden decir no o abusadas por abuelos sostén de hogar pederastas que siguen yendo a misa o al quiosco a comprar revistas, alguna XXX, un poco desagradables pero nada que escape a las normas aceptables de los varones blancos propietarios de su clase.
La misión que une a las protagonistas en una actividad tan ‘sorora’ como criminal (la venganza armada) se viraliza por el mundo con células terroristas autoconvocadas que ajustician a los impunes de la ley, para terminar con Valencia en llamas, en una escena que podría protagonizar
tanto Beatrix Kiddo, sólo que narrada por mujeres, mediada por una mirada y una estética femenina millenial, como el Bruce Willis más bravo de la interminable saga “Duro de Matar”, el Mel Gibson más furioso de “Arma mortal” o el Steven Seagal más Nico de “Por encima de la ley”.
Este libro cuestiona las violencias que la normatividad permite; esta ficción no le está diciendo no a las violencias sino que expone cuáles son las normalizaciones de la violencia. Se pregunta todo el tiempo quién la ejerce y le da la bienvenida a un sentimiento: dice “nosotras las protagonistas las vamos a ejecutar”, hasta a las violencias más soterradas y de repente se convierte en un clásico: son valkirias, mitología antigua, mujeres guerreras.
“La novela fue catarsis, como la pregunta creativa que hace Ámbar de cómo matar de forma creativa a un ser humano, nos apetecía mucho hacer cosas fuertes”, dice Fornes, “y legalmente no nos vamos a la cárcel”, acota Gaibur.
“Así debería de canalizar la gente la violencia, pues escribiendo, y no le haces daño a nadie”, ríe Fornes sobre eso mismo de lo que se quejan las protagonistas de “Taller de chapa y pintura”, de que “a las mujeres este sistema les exige sublimar, que hagan otras cosas con la violencia, que sean creativas y se pongan lindas, que den explicaciones porque ellas, a diferencia de los varones, no tienen habilitadas tantas causas ni fundamentos para expresar de manera activa su furia”.
Lo inusual de este texto -quizá una corriente de época, un fenómeno que empieza a darse con otras producciones culturales como la comedia negra de suspenso “Promising young woman”, de Emerald Fennel- es que no se trata de una voz masculina relatando la violencia, “es una apropiación: a mí me gusta mucho hablar de esto y vamos a hablar de lo mismo pero nosotras´'”, dice Fornes.
“Nosotras nos merecemos hablar de la violencia también: teníamos muy en claro qué queríamos tres chicas, que en el primer caso iban a matar a un abuelo abusador porque sabíamos del caso, que iba a haber una manada que nos la íbamos a cargar. Lo del metro (un tipo que apoya a una joven entre pasajeros que actúan como si no lo notaran incluso cuando le grita puta, indignado porque lo insultó, una vez que ella se baja del vagón) y quemar Benidorm nos fue surgiendo, algo así como quemar Miami”, dice Gaibur.
Cómo se llega a escribir a cuatro manos
“Nos encontramos como se encuentran las protagonistas en este libro”, aleatoriamente, dice Fornes, en un taller de escritura que hicieron en 2019 justo antes de la pandemia, atraídas por la estética y la forma de narrar de la escritora María Bastarós: a caballo entre la crónica, el panfleto, el drama y la literatura de quiosco. “Relatos muy ácidos y divertidos que hace no sentirte mal por lo que te estás riendo, pero sí burlarte mucho”, resume Gaibur.
¿Qué resultó de ese encuentro? En la pandemia sacaron un fanzine y ese fue como el comienzo, “empezamos a interactuar inventando fake news sobre Santiago Abascal, un político de ultraderecha de acá”. Que era comunista, que hacía una tapadera, que era infiltrado ruso “y la pasamos tan bien, porque la gente se lo creía muchísimo aunque era bastante absurdo, que armamos un chat entre Juana la Loca y Britney Spears”, cuenta Fornes.
Eso fue durante el #FreeBritney, movimiento en apoyo a la cantante estadounidense por el caso judicial concerniente a su tutela, que empezó en 2008 y se popularizó en 2019 después de unas acusaciones relacionadas con su ingreso a un psiquiátrico. “Se asemejaba mucho a la historia de Juana la Loca e hicimos una filmación del medioevo hasta ahora, como si hubiera seguido todo igual”.
El libro que resultó de aquel encuentro tiene otra característica con la que insiste una parte de la producción cultural milenial, la convivencia de lenguas, la recurrencia a un español que no es el castizo hegemónico eurocéntrico, del “weona” chileno a la “mascletà” vasca el texto se mueve y avanza sin interrupciones ni intervenciones de traducción. Y todo se entiende.
-Télam: ¿Creen en la literatura como algo colectivo?
-Marta Fornes: Cuando es tu visión o es tu forma de escribir y la juntás con alguien afín a ti y al final vas creando un monstruo, es hermoso. En general la gente que escribe no piensa en hacerlo con alguien, no es como un grupo de música, la gente no participa de esa manera en la escritura, es súper individual, hay mucho ego, pero las dos estamos igual de voladas y creo que hemos conectado ahí.
-Camila Gaibur: No nos censuramos, nos editamos, podríamos decir que somos medio “Thelma y Louise” en eso, vamos un poco a ojos cerrados.
-T: ¿Cuánto hay en ese taller de chapa y pintura de la idea de una literatura obrera, de oficio?
-C.G: Tiene doble lectura este taller, buena parte es ensuciarse pero después están las raíces, que están podridas, la crítica del mismo taller, que no sirve para nada porque en realidad, si la raíz está muerta, por mucho que maquillemos, no sirve para nada.
-T: Parece una crítica a la violencia hegemónica, el foco está puesto muy claramente en qué aceptamos por violencia y de parte de quienes.
-C.G: Se sataniza mucho la violencia cuando es por parte de otro sector que no es el de los varones. Originalmente viene de la rabia, la rabia es un sentimiento y el mandato patriarcal indica que la mitad de la población no debe tenerla. Es la doble moral que existe en pelis típicas de los 90, si son Mel Gibson o Tom Cruise no se les cuestionan las bombas que tiran ni nada.
-MF: Pero si con lo mismo ponés a una mujer se le cuestiona todo: por qué así y no asá, quién la habrá traicionado, si era tan violenta de seguro le falta algo. Como que el varón tiene muchas razones habilitadas para ser violento, pero nosotras no.
-C.G: Nosotras tenemos que justificar la violencia que a los varones no se les pide justificativos, porque se da por hecho -M.F: Otra lectura es que la violencia genera violencia y obtiene una respuesta que se envuelve en bucle y se muerde la cola todo el rato: si tú me das violencia yo te voy a dar violencia.
-T: Esta ficción desnaturaliza la violencia y plantea que no hay escapatoria de esa violencia.
-M.F: Hay yoga, reiki e hipnosis.
-C.G: Las protagonistas no quieren escaparse.
-M.F: Se genera un movimiento que se expande por el mundo y ahí ya no hay escape.
-T: genera una operación literaria en espejo: si la violencia del patriarcado está en todos lados, ahora las mujeres vengando su violencia también. Pero además muestra formas y costumbres de una época y una generación.
-M.F: Quisimos hacerlo todo, de la generación milenial para abajo ya todo el mundo viene con FOMO dentro del ADN. (N.d.R: FOMO, acrónimo de ‘fear of missing out’, patología psicológica descrita como “percepción generalizada de que otros estarían teniendo experiencias gratificantes de las cuales una está ausente”, tipo de ansiedad social que lleva a “un deseo de estar continuamente conectado con lo que otros están haciendo”). Quisimos hacer novela, quisimos hacer rollo novela, la quisimos escribir también en forma criminal, le quisimos poner muchos personajes, que fuera coral, entonces hacerlo como documental, quisimos también que haya cosas de WhatsApp, que haya música, que haya canciones.
-T: Lo transmilenial estaría en ese cruce constante.
-M.f: Las redes traspasan al papel, es inevitable que nuestras referencias sean videoclips y que queramos meterlo todo también en el papel. Al final la novela deja de ser ese tostón literario bonito de palabras extensas.