Los seres humanos necesitamos ser mirados por alguien. Por el simple hecho de que esto implica que somos tenidos en cuenta, valorados, aceptados. ¿Quién no ha cometido una tontería alguna vez en la vida solo para llamar la atención de otros? ¡Todos!
Mirar al otro le entrega el siguiente mensaje: “Vos me importás”. No porque esa persona tenga algo para darnos, sino simplemente porque la consideramos valiosa y digna de brindarle nuestra atención. Esta actitud, sobre todo en tiempos difíciles, es altamente sanadora. Un ejercicio que se suele recomendar es buscar las fotos de gente conocida o extraña y prestar atención al “rayo de bondad” que transmite su mirada. Se trata de mirar a la persona a los ojos y ver qué sentimos frente a su mirada. Así nos involucramos de manera gestual con el otro a través de su forma de mirar. Y no es fácil simular una mirada.
Cuando alguien nos mira, por lo general, nos damos cuenta de si lo hace con sinceridad o no y de cuál es su intención. La mirada revela nuestra actitud. Por eso, si estamos ocupados o no nos sentimos bien, es preferible decir: “Ahora no puedo hablar con vos y prestarte atención”, en lugar de simular una mirada atenta y empática. Esto es muy importante tenerlo en cuenta, cuando miramos al otro, podemos ayudarlo a sanar. Si alguien se dirige a mí y decido escucharlo y brindarle toda mi atención, estoy expresando: “Vos sos importante para mí y aquí estoy presente”. Es una presencia sincera, sin apresuramiento y sin la voluntad de modificar nada.
La consecuencia de adoptar esta actitud es que creo un ambiente íntimo a nivel emocional, lo cual es tan necesario para poder vincularme saludablemente con los demás. Sin intimidad emocional, no hay conexión. Muchos se ponen a mirar el celular o una revista o la tele, cuando están hablando con otro, pero esto es una clara señal de que su mente se ha disociado y entrega un mensaje muy negativo: “No me interesa escucharte”.
A todos seguramente nos ha pasado de estar presente físicamente en un lugar con otras personas, pero encontrarnos a una gran distancia mental o emocional. Para sanar a los demás cuando los miramos, necesitamos estar presentes tanto en cuerpo como en espíritu. Así estamos diciendo que estamos disponibles, abiertos y receptivos.
Hay gente que experimenta lo que se denomina “disonancia expresiva” y consiste en decir una cosa con la boca, pero decir otra muy distinta con el cuerpo. Para sanar las heridas que son el resultado de las crisis tenemos que sintonizar de modo consciente con quienes nos rodean, lo cual significa que nos introducimos en su mundo interior.
Hoy más que nunca practiquemos estar presente, miremos a los otros con calidez y tendamos puentes emocionales que nos acerquen, aun a la distancia. Recordemos que nuestros ojos hablan y transmiten valoración y aceptación.