Murió Frederik de Klerk, último presidente del apartheid y Nobel de la Paz

El último presidente de la era del apartheid de Sudáfrica y del dominio de la minoría blanca, Frederik de Klerk, que liberó al ícono de la lucha contra el racismo Nelson Mandela y compartió con él el Premio Nobel de la Paz, murió este jueves a los 85 años, anunció su fundación.

«Es con la mayor tristeza que la Fundación FW de Klerk anuncia el deceso del expresidente FW de Klerk de forma apacible en su domicilio de Fresnaye esta mañana tras haber luchado contra un cáncer», declaró la organización en un comunicado.

«Deja a su esposa Elita, sus hijos Jan y Susan, y sus nietos», dijo el texto.

«La familia anunciará, en su debido momento, los asuntos relativos al funeral», agregó.

A poco de difundido su deceso apareció un video póstumo en el que el último presidente sudafricano blanco, muchas veces criticado por no haber demostrado arrepentimiento por el apartheid, ofreció una disculpa concreta y «de todo corazón».

«Presento mis excusas, sin ninguna reserva, por el dolor, el sufrimiento, la indignidad y daños que el apartheid infligió a los negros, mulatos e indios en Sudáfrica», declaró en este video difundido por su fundación, reportó la agencia de noticias AFP.

Asimismo, afirma que tendría muchos comentarios que hacer sobre el estado del país, pero que de manera deliberada optó por un mensaje corto.

«Todavía, a menudo soy acusado por mis críticos de haber continuado de una forma u otra justificando el apartheid», señaló, reconociendo haber defendido esta forma de segregación durante su juventud, luego como parlamentario e incluso como ministro.

De Klerk fue una figura polémica en Sudáfrica, donde mucho lo acusaron de violencia contra la mayoría negra del país y contra activistas opuestos al apartheid durante sus años como presidente, mientras que algunos blancos lo consideraron un traidor por sus esfuerzos para terminar con el denostado sistema de segregación racial.

«El de de Klerk es un gran legado. También es un legado con altos y bajos, algo sobre lo cual los sudafricanos están llamados a reflexionar en este momento», dijo la Fundación Mandela en un comunicado.

El retirado arzobispo anglicano Desmond Tutu, otro famosísimo activista antiapartheid, también premio Nobel de la Paz, emitió un comunicado similar sobre la muerte de de Klerk.

El expresidente blanco «jugó un rol importante en la historia de Sudáfrica…reconoció el momento para el cambio y demostró voluntad para actuar», dijo la fundación de Tutu en un comunicado, informó la agencia de noticias AFP.

Sin embargo, de Klerk trató de eludir su responsabilidad por la enormidad de los abusos del apartheid, incluso en su testimonio ante la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, presidida por Tutu.

En ese momento, Tutu expresó su decepción porque de Klerk no se disculpó completamente por los males del apartheid, según recordó hoy su fundación en el comunicado.

Frederik Willem (FW) de Klerk había afirmado que sufría un cáncer que afectaba los tejidos alrededor de los pulmones en marzo, el mismo día en que cumplía 85 años.

FW de Klerk tenía una reputación de conservador cuando sucedió en 1989 al presidente PW Botha, debilitado por un infarto.

El 2 de febrero de 1990 anunció el inminente final de la dominación blanca en Sudáfrica.

«Llegó la hora de las negociaciones», declaró por entonces en la apertura de una sesión en el Parlamento, anunciando la liberación incondicional de Mandela, en prisión desde hacía 27 años.

El anuncio conmocionó a un país que durante décadas había sido despreciado y sancionado por gran parte del mundo por su brutal sistema de discriminación racial conocido como apartheid.

Con la profundización del aislamiento de Sudáfrica y el deterioro de su economía que alguna vez fue sólida, de Klerk, quien había sido elegido presidente apenas cinco meses antes, también anunció en el mismo discurso el levantamiento de la prohibición del Congreso Nacional Africano, el partido de Mandela, y otros grupos políticos anti-apartheid.

Esta decisión lanzó el proceso de transición que dio lugar cuatro años más tarde a la celebración de las primeras elecciones multirraciales en la historia del país, ganadas por Mandela.

Los dos hombres recibieron de manera conjunta el Premio Nobel en 1993 por «sus esfuerzos tendientes a la desaparición pacífica del régimen del apartheid y al establecimiento de una nueva Sudáfrica democrática».

Como dijo de Klerk en su discurso de recepción del Nobel en diciembre de 1993, más de 3.000 personas murieron en hechos de violencia política en Sudáfrica solo ese año.

De Klerk y su colega de galardón, Mandela, siguieron siendo oponentes políticos, con fuertes desacuerdos, pero seguirían adelante “porque no hay otro camino hacia la paz y la prosperidad para la gente de nuestro país”, señalo el dirigente fallecido hoy.

Veinte años más tarde, en 2013, FW De Klerk estimó que su decisión había permitido evitar «una catástrofe», sacando a los blancos de su «aislamiento y su culpabilidad» y permitiendo a los negros acceder a «la dignidad y la igualdad».

De Klerk acompañó durante dos años la joven democracia convirtiéndose en vicepresidente de Mandela, el primer mandatario negro del país.

Pero renunció en 1996, reprochando que la nueva Constitución no garantizaba que los blancos pudiesen continuar compartiendo el poder.

Al año siguiente abandonó la presidencia de su Partido Nacional e inició su retirada de la vida política.

Nacido el 18 de marzo de 1936 en Johannesburgo, De Klerk siempre militó en círculos nacionalistas afrikáneres, descendientes de los primeros colonos europeos que hablaban una lengua derivada del holandés.

Se licenció en Derecho y ejerció la abogacía antes de dedicarse a la política y ser elegido para el Parlamento. En 1978, fue designado para el primero de una serie de puestos ministeriales, incluido el de Asuntos Internos.

En 2020, provocó una gran polémica al negar que el apartheid haya sido un crimen contra la humanidad, antes de pedir disculpas.

«Parecía ser la quintaesencia del hombre del aparato (político blanco) (…) Nada en su pasado parecía indicar un espíritu de reforma», escribió Mandela en su autobiografía.

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