Una nueva versión del sistema operativo autóctono se instalará en las más de 630 mil computadoras del Plan Federal Juana Manso para estudiantes de todo el país. En esta nota, el coordinador del equipo creativo explica de qué se trata este software desarrollado para promover nuestra soberanía digital.
BUENOS AIRES.- El ministro de Educación, Nicolás Trotta, junto a la gerenta general de Educ.ar Sociedad del Estado, Laura Marés, presentaron la versión 5.0 del sistema Huayra, con descarga libre y gratuita, y desarrollada con el foco puesto en las necesidades de estudiantes y docentes argentinos.
El sistema operativo será el único instalado en las 633.000 computadoras que distribuirá el Estado Nacional en el marco del Plan Federal Juana Manso a estudiantes de escuelas secundarias, rurales dispersas e interculturales-bilingües de todo el país.
Huayra -nacido originalmente para el programa Conectar Igualdad- contiene más de 1000 recursos educativos y 200 aplicaciones, y se podrá a su vez descargar e instalar también en cualquier computadora de escritorio o portátil, tanto para uso escolar como para cualquier otra actividad desde la web huayra.educar.gob.ar. Al ser un desarrollo de software libre, permite ser usado, modificado y distribuido en forma gratuita y universal, y se adapta a las necesidades específicas de los estudiantes, de la escuela y su comunidad.
Javier Castrillo es el coordinador de Huayra. Es historiador y docente de Fundamentos de la Programación en la Tecnicatura Universitaria en Producción de Medios Audiovisuales, de la Universidad Nacional de José C. Paz. Ya tiene experiencia en esto: fue el Coordinador Nacional de Investigación y Desarrollo de los programas Conectar Igualdad y Primaria Digital. Y en esta nota explica cómo esta decisión es un hecho histórico en la soberanía digital de nuestro país.
“Si bien Huayra nace dentro del Ministerio de Educación y Educ.ar para el Plan Federal Juana Manso, como sistema operativo libre puede usarse por cualquier persona en cualquier computadora de manera libre y gratuita. Sirve para alguien totalmente neófito que usa las aplicaciones más simples, como navegación o correo, hasta un profesional. Nosotros mismos desarrollamos con Huayra. Esa también es una experiencia para todos y todas que nace de nuestra propuesta para la educación, pero que sirve para la comunidad toda”.
-¿Qué significa Huayra y por qué se eligió ese nombre?
-Huayra es una voz quechua que significa viento. Generalmente cuando se hace software se hace mucho hincapié en la parte de programación específicamente. Nosotros elegimos trabajar la programación, el arte y la documentación juntos. El nombre lo elegimos -junto con el director de entonces de Conectar Igualdad, Pablo A. Fontdevila- porque los vientos siempre traen cosas nuevas, se van renovando, y nadie los puede parar. Podés cerrar una ventana, pero alguna hendija siempre encuentra.
Esto también se hizo carne cuando en los cuatro años del macrismo se cortó el programa Conectar igualdad y Huayra. Así y todo, la comunidad y un núcleo pequeño del equipo siguió trabajando voluntariamente para sostener el proyecto. Así que por eso elegimos ese nombre y todas nuestras cuestiones artísticas tienen que ver con los vientos. Además, en el software libre se utiliza siempre una mascota. En Linux es un pingüino. Nosotros elegimos la vaca porque entendemos que es el animal más representativo de gran parte de nuestra geografía. Al juntarse con el viento se hizo una vaca voladora. Y ahí apareció ese presagio de que el software libre y la soberanía tecnológica iban a llegar el día que las vacas vuelen. Y bueno; ahí están, las vacas volando.
-¿Qué aprendieron de la experiencia de Conectar igualdad en cuanto al uso del software?
-La experiencia de Conectar igualdad fue puro aprendizaje. El programa distribuyó más de cinco millones de computadoras en un territorio de millones de kilómetros cuadrados; instaló once mil escuelas y desarrolló el sistema operativo para esas máquinas con cero errores críticos. Fue el programa educativo más grande del mundo y de la historia. Entonces, fue todo aprendizaje porque justamente no teníamos un espejo donde mirar. Hubo que aprender desde el minuto cero y por supuesto ese aprendizaje lo estamos volcando ahora en Juana Manso.
-Dijiste en la presentación de la nueva versión que el objetivo es hacer un sistema operativo cada vez más federal. ¿Qué significa en la práctica esto?
-Cuando decimos que es federal es porque el paradigma del software libre es la construcción colaborativa, comunitaria. No se trata de que un equipo que está en Buenos Aires o en el centro de nuestro país desarrolla un sistema y los veinticuatro distritos tienen que aceptarlo así como así.
Nosotros trabajamos justamente con esta construcción colaborativa de software libre, donde cualquier pibe o piba, cualquier profesor, cualquier escuela o cualquier particular de nuestro país propone ideas, envía piezas de software, programa, consulta, pregunta, responde, indica errores, nos comunica sobre necesidades propias, soluciona “bugs” o errores.
Es decir, que se va a construyendo en el propio uso y no hace falta que vos sepas programar o que seas un diseñador y nos mandes “wallpaper”. Basta con que entres a un foro de nuestra página o nos mandes un correo y digas tal cosa no me funcionó. O que, por ejemplo, un profesor que con sus alumnos hizo una tabla periódica artística y pide que la incluyamos, otro de idioma que quiere traducir una aplicación o que surja alguna experiencia de robótica como las que hubo en Salta y en Córdoba, que luego se incluyeron en Huayra.
-¿Por qué es importante que las computadoras del Plan Manso solo contengan software libre?
-Que las computadoras del Plan Federal Juana Manso tengan solo software libre no sólo es importante sino que es histórico y fundamental en un momento donde se están discutiendo muchos conceptos de soberanía. Por supuesto, hoy está en el candelero la soberanía sanitaria con el tema de las vacunas y cómo las corporaciones las distribuyen de manera desigual en el mundo. Pero también están la soberanía alimentaria, la soberanía ecológica.
Huayra trata de la soberanía tecnológica y la soberanía pedagógica. Ahora no tenemos que depender de ninguna corporación ni de ninguna “software factory” para decir qué aplicaciones vamos a usar en nuestras aulas, qué “corre” en nuestras computadoras. Además, como todo el código está a la vista -el software libre es eso también- sabemos que nuestras computadoras no espían, no envían publicidad, preservan nuestra privacidad, no comparten nuestros datos.
Es decir, que hacen lo que nosotros queremos que haga y cualquier ciudadano o ciudadana puede auditarlo. Eso es la soberanía tecnológica. Se sabe que las computadoras son hardware y software y sin el software el hardware no funciona. Con nuestros teléfonos, por ejemplo, estamos hablando con alguien de cubiertas de automóviles y nos empiezan a llegar publicidades de cubiertas de automóviles. Todas esas cuestiones no son soberanas, claramente. Este software es de todos y de todas y es para compartirlo. Así que es una decisión valiente e histórica, y realmente me enorgullece ser parte del equipo y de estas decisiones tanto del ministro Trotta como de la gerenta de Educ.ar, Laura Marés.
-Además de recursos educativos abiertos, Huayra tiene aplicaciones para escuchar música, editar video y audio, y hacer animaciones. ¿Por qué incluyeron estas herramientas creativas?
-Incluimos todas estas herramientas porque justamente lo que queremos, y esto también es parte de la soberanía, es que los chicos no sean solamente consumidores de tecnología sino que la usen de manera creativa. Si utilizan un procesador de texto para hacer la composición-tema “La vaca”, no le estamos aportando tecnología. La única diferencia es que en vez de escribir la composición en el cuaderno o en la carpeta, la hacen en un procesador de textos. No les cambia nada.
La tecnología educativa sirve en tanto se pueden hacer cosas que no podés hacer sin ella como, por ejemplo, pasar música, producir un vídeo, hacer una animación 3D, programar un videojuego, producir una radio comunitaria. Eso también es lo que nosotros esperamos de nuestros y nuestras docentes, que fomenten en las y los chicos esa creatividad.
También hay otra cuestión: si ese software donde podemos editar fotos y películas, crear stop motion, hacer simulaciones interactivas, hacer modelado con impresoras 3D fuera privativo, sería carísimo. Como es libre, sale cero pesos y tiene la misma o mejor calidad que sus equivalentes. Así que cada chico que recibe esa netbook tiene una batería impresionante de aplicaciones que además están preinstaladas para que no necesite internet sí o sí. Hay, literalmente, cientos de aplicaciones para instalar gratuitamente que permiten hacer prácticamente cualquier cosa que fomente la creatividad, el desarrollo y las vocaciones, tanto culturales como tecnológicas. El fundamento es ese: utilizar en la escuela la tecnología de manera creativa y como productores de la misma.
-En el texto “Pandemia, tecnología educativa y desigualdad” decís que la educación que se brindó a distancia durante el peor momento de la pandemia no se puede llamar “educación virtual”. ¿Cuál es la principal diferencia entre estas dos experiencias?
-Por ejemplo, yo realicé mi educación superior a distancia por una cuestión laboral. Entonces me anoté desde el principio en la Universidad Nacional de 3 de Febrero en una carrera que ya tiene pensada la cursada para ser transitada de manera virtual, con sus propios tiempos, con sus propias estrategias y características. El año pasado todos empezamos las clases en marzo de la misma manera que todos los años. Hubo que improvisar y cambiar sobre la marcha. Por eso digo que no es lo mismo adaptar lo que vos ya tenías pensado que pensar desde cero un trayecto educativo completo de manera virtual. Cada uno tiene sus particularidades.