Todas las personas tenemos recuerdos, pues nacemos con la capacidad de recordar. La mente vendría a ser un archivo donde guardamos nuestras vivencias, a las que les otorgamos un significado o valor. La neurobiología nos enseña que empezamos a recordar lo que nos sucede alrededor de los tres años de edad.
Y nuestra identidad está conformada por nuestros recuerdos. Todos guardamos una especia de “memoria autobiográfica” que compartimos con otros. ¿Querés saber quién sos hoy? Observá tus recuerdos. Pero aquí es importante mencionar que, cuando traemos un recuerdo al presente, por lo general, no lo hacemos tal y cómo ese hecho ocurrió.
Todos editamos nuestros recuerdos, lo cual implica que retocamos los detalles y sumamos o quitamos elementos. Así, las memorias que conservamos nunca reflejan con exactitud lo que vivimos. Esto es así porque, con los años, la afectividad que los hechos nos provocaron se va diluyendo; entonces, uno recuerda, pero va soltando la carga emotiva del comienzo.
Esta es la razón por la que dos personas que vivieron lo mismo no lo relatan del mismo modo. Cada una tiene “su” recuerdo. Incluso todos podemos recordar algo que nunca ocurrió, aunque estemos convencidos de que así fue. El tiempo lo modifica todo, seamos conscientes de ello o no.
A menudo, cuando somos chicos, escuchamos una historia en repetidas ocasiones y luego, casi sin darnos cuenta, la transformamos en un recuerdo personal al que le vamos agregando detalles vívidos y emociones intensas. No es que seamos mentirosos, es que así funciona nuestra mente humana.
Ahora, ¿por qué los recuerdos del pasado tienen tanto peso en nosotros? Porque son la prueba de que hemos vivido. Mucha gente los valora tanto que se aferra a ellos, sobre todo, cuando les toca atravesar épocas duras o cuando pierden a un ser querido. Esto es perfectamente normal.
Los recuerdos quedan adheridos a nuestra memoria por el impacto emocional que nos producen. Cuanto más intensa sea la emocionalidad del hecho que experimentamos (en especial, si es negativa) más lo recordaremos en el futuro. Por supuesto, con las modificaciones que mencionamos. Podríamos comparar la emoción con el pegamento que lo adhiere en nuestra mente.
Nadie puede huir de sus recuerdos, por mucho que lo intente. Pero, cuando nos sentimos felices, solemos evocar recuerdos lindos que nos hacen bien al alma y nos mantienen mentalmente sanos; mientras que, cuando nos sentimos bajoneados, traemos recuerdos tristes que refuerzan nuestro estado emocional.
Lo más aconsejable, en este rompecabezas maravilloso que es tu vida y la mía, es incluir todas las piezas, pero elegir quedarnos con aquellas que nos permitan cumplir nuestros sueños, disfrutando y celebrando cada paso que damos.
Fotografía UNAM