Ramón Ángel Cabrera, el soldado 106

Ramón Ángel Cabrera es el soldado 106 identificado en el cementerio de Darwin. Oriundo de San Agustín, provincia de Córdoba; era miembro de la clase 1963, y durante la guerra fue miembro de la Compañía B del glorioso Regimiento de Infantería 25. Ofrendó su vida defendiendo la soberanía de Malvinas el 28 de mayo de 1982 en la feroz batalla de Darwin-Pradera del Ganso. «Que Dios les dé suerte para seguir luchando», les escribió a sus padres y hermanos desde las islas solo trece días antes de morir.

A sus 19 años, el joven albañil de San Agustín, Córdoba, batalló hasta que las balas británicas atravesaron su cuerpo. Estaba bordeando el monte junto a su compañero Eduardo Ávila -como segunda línea de reserva del Regimiento de Infantería 25- cuando una patrulla de reconocimiento los alertó: «¡Los ingleses están muy cerca, prepárense para una emboscada!».
Había que replegarse, recordó Ávila. El ataque británico era brutal. El coronel Jones, al mando de los paracaidistas, exigió la rendición. El subteniente Juan José Gómez Centurión gritó: «¡Vamos a resistir!». Y les ordenó: «¡Abran fuego!».
Ramón no tuvo tiempo de pensar en ese Dios al que le rezaba todas las noches para que le regale salud a su papá Víctor, fortaleza a su mamá Estelba y protección a sus cinco hermanos. Herido de muerte cayó en la fría turba de Malvinas.
Años después, en el libro Recuerdos de la Ausencia, el veterano Ávila relató el instante final de su compañero: «Nos dan orden de abrir fuego y lo vi parado a Ramón y le grité que se tirara cuerpo a tierra, pero fue alcanzado por el fuego enemigo. Y lo veo morir arrodillado, bien al lado mío».
Cuarenta y siete soldados argentinos y diecisiete ingleses perdieron la vida en ese combate. Ramón fue enterrado en una fosa común, hasta que en 1982 su cuerpo fue recogido del campo de batalla por el coronel inglés Geoffrey Cardozo y sepultado en el cementerio de Darwin.
Durante 36 años yació en una tumba sin nombre, hasta que el pasado jueves sus hermanos -Julio y José- que habían aportado sus muestras de ADN, fueron notificados por el equipo de la Secretaría de Derechos Humanos en el Archivo Nacional de la Memoria, conociendo que Ramón descansa en la tumba D.B.2.06 del cementerio de Darwin.

Ramón Ángel Cabrera era albañil en su ciudad de San Agustín.

La historia del héroe -«un joven humilde y buen compañero», según lo recuerdan sus camaradas- puede reconstruirse a través de tres cartas: la que envió a su familia cuando llegó a la Isla Soledad, la que escribió muy cerca del combate final, y la misiva de Gómez Centurión cuando informó con dolor a los padres que Ramón ya no volvería a casa.

Primera carta: la emoción de pisar el suelo de Malvinas
Poco después de haber llegado a las islas Ramón escribió la más extensa carta de todas las que envió a su familia. Estaba entusiasmado de pisar el suelo de Malvinas. Se había maravillado con «los lujos» del buque Irizar, que lo llevó junto al Regimiento 25 desde Puerto Belgrano a Puerto Argentino. Y contaba cada detalle con la emoción de estar viviendo la única gran aventura de su vida.
«Hola mis queridos padres y hermanos: les cuento que salimos el día sábado a las 11 de la noche en los camiones del Regimiento, después seguimos hasta el aeropuerto y subimos a un avión y volamos hasta la Base Aérea».
«Nos embarcaron en un buque, ustedes vieran qué lujo es por dentro, tiene de todo. Allí pasamos 7 días hasta que llegamos a las islas y en esos 7 días comimos muy bien».
«El domingo desembarcamos, nos llevaron hasta un pueblo que está allí en las Islas Malvinas que se llama Ganso Verde, los atacamos y entramos sin ningún problema, les hicimos juntar todos los autos y las motos y les sacamos todas las armas que tenían, son ingleses todos».
«Estamos parando en una escuela que está allí cerca, estamos haciendo pozos de zorro, así se llaman, para tomar posiciones. Como ustedes se habrán enterado por la radio o la televisión la cosa es con los ingleses que están en las islas y la cosa está fea».
«No se sabe cuándo volvemos al Regimiento, podemos estar uno o dos o tres meses hasta que se apacigüen todos estos líos. Como ustedes saben estas tierras son argentinas y hace 150 años que ellos se apoderaron de ellas y ahora las hemos vuelto a tener y ellos están calientes», destaca en una extensa nota INFOBAE.
«Cuéntenme algo del pueblo, si hay algo nuevo o no. Desde que estamos hace mucho frío, casi todos los días hay viento, acá no se ve ni una planta en la parte del campo. En esta parte que estamos los ingleses tienen muchos corderos y de esos nos dan a nosotros, también tienen mucho repollo y papa. Tienen un tambo y van a buscar la leche y recién a la tarde nos dan».
«Los primeros días nos quedamos con hambre, pero es hasta que nos instalemos bien en las cocinas. Ahora los helicópteros nos empiezan a llevar comida, como ser bolsas de fideos, polenta, papa, cebollas, poroto, cigarrillos, tarros de cerveza, de todo. También creo que desde el Regimiento, o sea desde el barrio militar, nos van a mandar una encomienda para cada soldado pero ya lo vamos a empezar a pasar mejor».
«Bueno, ahora quiero que me manden contar cómo anda Pablito en la escuela, que se porte bien, que haga caso y que no haga macanas y que en casa no haga renegar a la mami, y que si la Beatriz todavía anda con El Brillo y para cuándo son los confites».
«Ustedes saben cómo extraño todo. Ansias de comer dulce, pan casero, masitas, picadillo, salamín, de todas esas cosas. Ustedes vieran cómo extraño, cuando estaba en el Regimiento todos los días llegaban encomienda de todas esas cosas. Y acá en las islas también están llegando. Yo les pido si ustedes pueden mandarme una, si pueden pero no es obligación. Acá se desea de todo en esta vida militar, porque a veces el hambre es jodido, nada más que de ver a los demás con cosas ricas, ricas».
«Mándame a contar cómo anda Don Miguel y el Cacho, si todavía tiene el auto y que lo cuide mucho para cuando yo vaya de vacaciones, después de estos líos o después de la jura de la bandera (…) Sin más que decirles, me despido cariñosamente (….) Quédense tranquilos que estoy bien, no se hagan problema».

Segunda carta: nunca supo que era la última
Trece días antes de morir, el sábado 15 de mayo de 1982, Ramón tuvo tiempo de escribir una nueva, pero esta vez breve, carta a sus seres queridos.
Escribió: «Cuéntenme si todos andan bien de salud y también en el trabajo, que Dios les dé suerte para seguir luchando. Cuéntenme cómo anda el pueblo, si hay algo nuevo. Cuéntenme si alguien se acuerda de mí».
«Yo no sé qué pasa que hace dos meses que no recibo ni una carta, yo no sé qué problema habrá, espero que me escriban pronto porque estoy ansiado de saber cómo se encuentran», puso en las primeras líneas con angustia y preocupación.
Luego, con su letra apretada, Ramón nombró a todos sus seres queridos, sin imaginar que esta sería su despedida: Pablito, «que ande bien en la escuela»; Betino, «que hace tiempo que no sé nada de él»; Isabel y Susana «si andan bien en el asunto de amores», la tía Yola y el tío Julio «si sigue en la policía»; la abuela Juana, Gabino, Marta, Luis, el Mojarra, Ricardo, el tío Pepe, Cacho y Don Miguel. Uno a uno preguntó por ellos, quiso saber de sus trabajos, la salud, el amor. Ramón los extrañaba.
En las tres líneas finales, de la que sería su última carta, escribió: «Esto ha sido corto para que sepan que estoy bien. Me despido cariñosamente. Dios los proteja y les dé fuerzas para seguir trabajando».

Tercera carta: «Su hijo ha muerto y es un héroe de la Patria»
Diecisiete días después de finalizada la guerra, el subteniente Juan José Gómez Centurión le escribió a los padres de Ramón, en su condición de jefe de la Compañía B del RI 25.
En 30 líneas, el 1 de julio de 1982, el militar intentó apretar los 74 días de lucha, heroísmo y muerte.
«Estimados padres, como Jefe de Sección de la que su hijo fue destacado integrante, me dirijo a ustedes con mucho dolor tratando de hacerles llegar mis más profundas condolencias por la muerte de su hijo Ramón Ángel».
«Me resulta difícil expresarles lo que para mí, en calidad de jefe, significa la pérdida de uno de mis hombres, por eso deseo solamente destacar los profundos lazos de amistad que me unían a su hijo».
«Fui Jefe de Sección desde que él arribó a nuestro querido Regimiento, guiándolo y conociéndolo desde sus primeros pasos en la vida militar».
«Desde un principio puso de manifiesto su intensa calidad humana que luego se reflejaría en el mismo campo de combate, en esa fidelidad suprema al juramento a la Bandera, que yo mismo le tomé rumbo a la recuperación de nuestras Islas Malvinas».
«Personalmente tuve la pena de verlo caer heroicamente el 28 de mayo de 1982 en el combate de Darwin cuando, a mis órdenes, rechazábamos un ataque enemigo de gran magnitud».
«Sé de la profunda pena que les embarga en estos momentos, ante eso solo puedo pedirles que tengan mucha fe en Dios como su hijo la tuvo, y tengan también un profundo orgullo por su hijo que ya es un héroe de la Patria y un ejemplo para los argentinos de mañana».
«Por último quiero comunicarles que Ramón Ángel descansa en el cementerio de Darwin donde le rendimos honores correspondientes y se celebró un servicio religioso dado por un sacerdote católico».
«Reiterándoles mis más profundas condolencias me despido de ustedes no sin antes manifestarles que sería un gran gusto que, algún día, una vez mitigado el dolor que ahora los embarga, me contesten esta carta que hoy tanto me cuesta escribir. Un fuerte y apretado abrazo».

Un monumento y el recuerdo eterno
Ramón Cabrera tiene, desde 2001, un monumento que lo recuerda en una plazoleta de San Agustín. «Para nosotros sigue vivo en nuestros corazones», confesó hace unos años con emoción su hermana Lidia.
Sus padres nunca pudieron hablar de su hijo sin dejar caer una lágrima. El dolor no se mitigó jamás, aunque pasaran los años. Trataron dejar atrás la guerra, pero la ausencia de Ramón se las recordó cada día.
El soldado Cabrera recibió la Medalla «La Nación Argentina al muerto en combate». Fue declarado «Héroe Nacional» por ley 24.950.

FUENTE: https://www.infobae.com/sociedad/2018/12/07/son-106-los-caidos-identificados-de-malvinas-tres-conmovedoras-cartas-y-la-historia-de-un-soldado-que-nunca-se-rindio-en-la-batalla/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *