Reinaldo y Elcira

Dos jóvenes aventureros por la Isla.

Mis padres fueron MUÑOZ ALVARADO, Reinaldo y BARRÍA BARRIENTOS, Elcira; nacidos en Chiloé.

Papá nacido en Quicavi y mamá nacida en Puchabran, contaban sólo con el tercer año de la primaria: Les gustaba leer mucho y aprender de todo. Eran buenos para trabajar y muy particulares con la sociedad en general. Ellos estaban convencidos que no había malas personas solo personas con malas actitudes, porque no habían tenido buenos padres.

Papá llegó muy joven para trabajar en el paso Garibaldi, después trabajó en un remolcador para la empresa Tenesse y por último ingresó a Vialidad Nacional donde se jubiló.
Por cuestiones de convivencia ellos se separan y con la simpleza de aquella época se dividen sus activos: los hijos. Contaban con mi hermano Chicho y yo Deisi.

Como mi hermano era chico con pañales y biberón se quedó a resguardo de mamá y yo fui con papá porque era grande y muy inquieta (según papá).
Tuve la mejor infancia que puede tener una niña, junto a su amado padre, colmada de todo el tiempo solo para mí, junto a mis perros, mi mundo.

Mamá en la confitería “Libertad”.
Nuestra vida en los destacamentos:

Me crié con mi papá desde que me acuerdo. Él trabajó desde el 1962 en Vialidad Nacional. Era chofer de camionetas, camiones, máquinas viales, retroexcavadoras, cargadora, niveladora.

Siempre estuvimos en destacamentos, hasta los 6 años, como Rancho Hambre en la ruta complementaria J y Ruta Nacional 3, Guazú Cue estancia en ruta provincial B y destacamento Cullen, en estancia Cullen en Ruta Nacional 3 y toda la zona de San Sebastián.

El trabajo que realizábamos era repaso de ruta, limpieza y colocación de alcantarillas, limpieza de ingreso a las estancias y abastecimiento de leña todo el año.
Todas las mañanas desayunábamos con pan casero o churrascos fritos con café negro y chuletas de capón, luego íbamos en el camión a buscar leña, cerca del mediodía entregábamos la leña a los diferentes puestos.

A la tarde subíamos a la máquina vial a repasar la ruta para sacar el ripio o limpiar las alcantarillas, para luego ir a las estancias a buscar carne y luego al destacamento a descansar, cerca de las 17:00, para los mates, escuchar Radio Nacional y a veces, sólo a veces, escuchar la lectura de algún libro para mi edad… decía papá.

Las tardes de invierno eran las mejores. Después de las 18:00 papá me leía algún libro que alguien le regaló, era mi mejor momento de juego y aprendizaje con los compañeros de papá.

Aprender en compañía de mi papi fue lo mejor que me pasó hasta hoy. Con mates de por medio, honestidad, lealtad, respeto; es algo que hasta hoy lo tengo muy presente.

Alguna vez fuimos mercachifles

Eran unas vacaciones de papá en Vialidad Nacional cuando un señor que vivía en la esquina de Perito y Libertad le ofrece vender en el campo ropa, comida y algo de bebida.
Cuando me cuenta que seríamos mercachifles (comerciantes), entre unos amargos, que íbamos a aprender un oficio nuevo… yo creo tenía apenas 7 años, así que mi motivación era grandísima. ¡Jugar junto a mi papi a ser mercachifles!

En ese momento teníamos una Rambler IKA negra y blanca que papa la llamaba “La Tonina”. Con ese móvil íbamos a todas las estancias, puestos, destacamentos y a cualquier paraje que se nos cruzara dentro de la Zona Norte.

Papá decía: siempre con una sonrisa, que eso es de buena educación, así te abren una puerta y vendemos. Se vendía mucho, pero se cobraba poco. Papá siempre les decía cuando tenga me paga. Él los miraba y sabía que no era fácil tener familia en el campo.
Vendíamos por lo que pedían, latas de durazno, zanahorias, bolsas de harina, café, yerba, damajuanas de vino, gaseosas y ropa, desde bombachas de campo hasta medias y alpargatas.

Lo que más me llamaba la atención era cómo se medían las bombachas de campo sin probárselas. Ellos colocaban el codo en un lado de la bombacha y estiraban el brazo con el puño cerrado, que tenía que entrar justo en el otro lado de la bombacha de campo. Les quedaba súper bien ¡increíble!
Siempre las ventas se acompañaban de un buen vaso de vino y a los niños se les entraba con una gaseosa o algún caramelo que era muy escaso en esa época.

Yo sólo hacía de asistente, sólo cuando papá me llamaba, sino sólo jugaba con los perros barbuchos fueguinos o las gallinas.
Los pagos eran muy raros, gallinas, conejos, carne de capón y verduras de la quinta.

Cuando llegábamos a casa, papá decía siempre lo mismo, cuando cobre en mi trabajo -que era en Vialidad- pagaremos las cuentas o sea lo que habíamos vendido y nos habían pagado en especies.

Mi viejo tuvo una mirada muy especial hacia la gente, era muy crédulo, respetuoso y educado, muchos se abusaban de eso, pero Alvarado era así, muy gaucho y confiado decían sus amigos el Dr. Feuillade y el Cura Zink mi padrino, amigos de siempre. Un hombre muy pasivo, callado, sonriente y feliz a su manera.

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