Quienes llegaron a Río Grande en sus principios conocen acabadamente las limitaciones de vivir aislados, tanto por el frío como por la escasa comunicación con el resto del país.
RIO GRANDE.- Benigno Sevillano, más conocido como “Coco”, llegó a Tierra del Fuego en 1955, con un contrato para trabajar en la fábrica de maderas industrializadas Khami, en la cabecera del Lago Fagnano, junto con sus dos hermanos con quienes trabajaba de sol a sol.
“Una vez que tuvimos un poquito de solvencia nos pudimos independizar porque no había otro tipo de ayuda como ahora. Venías a trabajar o si no, no comías. El que quería hacer algo, lo tenía que hacer con su esfuerzo”, asegura.
En aquel tiempo, Río Grande tenía unos 1800 habitantes, no había ninguna calle asfaltada ni veredas y tampoco había luz las 24 horas. Don Esteban Martínez suministraba desde las 6 o 7 de la tarde hasta las 12 o la una y tampoco había gas. La calefacción era a leña. “No había problemas con el estacionamiento como ahora”, bromea. “En el 56 estaba habilitado el cruce de la cordillera solamente en el verano, pero no en invierno en que no había comunicación terrestre ni por barco con Ushuaia. Si tenías que viajar por alguna razón urgente, se hacía en avión”.
Sobre los comienzos de su empresa, Sevillano recuerda que “en 1960 arrancamos con una carpintería en Mackinlay y Estrada y ese mismo año empezaron a dar la luz continua las 24 horas, lo que nos permitió trabajar más horas. Empezamos trabajando 12 o 14 horas y después seguimos haciéndolo las 24 horas en dos turnos. Entonces pudimos comprar ahí en Rosales, donde ahora está la mueblería”.
En aquellas épocas, los hermanos trabajaban por encargo y hacían carpintería en general. “Fabricábamos muchas puertas, ventanas, molduras. Todo se hacía acá. Teníamos de 6 a 10 personas según la época del año. Como no había conexión terrestre, todos los materiales que pedíamos afuera llegaban por barco”.
“Coco” recuerda que “el barco llegaba al muelle del CAP, y había que dar la vuelta para llegar al frigorífico por el puente colgante. Era una travesía, porque todo era camino de tierra y cuando uno necesitaba cruzar algo urgente, se cruzaba con el bote”.
Los Sevillano tenían un camioncito para ir a buscar la madera a Tolhuin que les proveían los aserraderos locales como Kovacic, Bronzovich, Topic, el aserradero La Carmen. “Para ir a Ushuaia una vez demoramos dos días. Quedarse encajado era generalmente siempre. Uno se ponía contento cuando se cruzaba con alguien porque ya no estabas solo”.
En cuanto a las relaciones comerciales cuenta que “nos hacíamos de confianza, tanto el cliente como el proveedor, porque para hablar por teléfono había que pedir un turno y con suerte podías hablar una vez al día. Si querías hablar a Buenos Aires, tenías que ir al correo e internamente había unos 100 números de los cuales yo tenía el 77, una línea que todavía conservo, igual que algunos clientes de aquella época. Son poquitos, pero hay”… cuenta.
Sevillano es un agradecido con Río Grande por las oportunidades que le dio y celebra los 101 años de la ciudad. Sus hermanos ya no están y hoy son sus hijos quienes lo acompañan en este desafío de emprender en Tierra del Fuego. “Uno fue creciendo junto al pueblo, pero siempre poniéndole empeño, sin desatender el negocio un solo día. El pueblo fue creciendo mucho. Ya lo ve, no es lo mismo de antes. Es el progreso”, dice con nostalgia.