Hoy se cumplen dos meses del fallecimiento de Roberto Tatti Carbonellli. Era empleado de la planta Textil Río Grande y junto a sus compañeros llevaba adelante un reclamo contra la empresa por indemnizaciones y sueldos adeudados. La viuda de Tatti, Mercedes, conversó con El Sureño y aseguró que desde la empresa nunca se comunicaron para ofrecer sus condolencias.
RIO GRANDE.- Hace 60 días, Roberto “Tatti” Carbonelli, empleado de la planta Textil RG fallecía luego de padecer un ACV. En mayo, los empleados de la textil habían instalado una carpa en la puerta de la planta para visibilizar el reclamo por el pago de las indemnizaciones, y pidiendo que les expliquen el porqué del anunciado cierre.
Hace dos semanas, sus compañeros volvían a trabajar con un sentido homenaje a su memoria. Después de una marcha los primeros días de julio, Tatti sufrió un ACV, y falleció una semana más tarde. Mercedes Gallo, viuda de Carbonelli, lamentó que tanto durante la internación como en el momento del fallecimiento, no hubo acompañamiento, ni contacto alguno desde Textil RG.
“Había un vínculo de años. Mi suegro fue el gerente de la fábrica desde que empezó. Uno esperaba, por la relación personal que tuvieron, o sólo por respeto… pero ni mi suegra ni yo recibimos condolencias de los dueños, o de la gerencia general. Nada. Ahí me puse en los zapatos de mi marido y logré entender esa bronca de la indiferencia. Que no te tengan en cuenta, nada”, sostuvo.
Carbonelli trabajó en Textil RG por casi 18 años, desde antes de cumplir 20 años: “Él se crió, prácticamente, en la fábrica porque vivía en una de las casas que están ahí a la vuelta. Realmente Tatti no era un empleado más, y para él, la fábrica no significaba solamente el puesto laboral”, relató Mercedes.
Las irregularidades
La planta Textil RG, había cerrado sus puertas en marzo, justo antes que comenzara el aislamiento obligatorio. En ese momento, lo que exigían los trabajadores, era saber el porqué del cierre, el pago completo de las indemnizaciones, y la prohibición de volver a presentar un proyecto productivo en Río Grande: “La verdad es que ya habían perdido un montón de beneficios -recordó Mercedes- no les daban la ropa de trabajo, habían perdido los controles médicos que les hacían antes, desde hace dos años y medio.
Ya habían comenzado a cobrar las quincenas en cuotas, tenían que estar preguntando si iban a cobrar y cuando. O el aporte de la empresa para lo que es la Obra Social, en plena pandemia. Alguien tiene que dar una explicación de todo eso, no es que se puede pasar así nomás”.
Una muerte inesperada
Roberto Carbonelli tenía 37 años no tenía antecedentes cardiovasculares, ni otras condiciones crónicas que pudieran haber afectado su salud. Esa mañana desayunó con su familia, media hora antes de la marcha se encontraron en la carpa.
Cuando Carbonelli volvía a su casa un compañero, en la esquina de 9 de Julio y Perito Moreno, notó que tenía parálisis en la cara. Ante la insistencia Tatti fue a casa a buscar su DNI: “Cuando llegan acá el lado derecho de la cara no le respondía, este compañero fue a avisar a la comisaría -que estamos muy cerca- y vinieron dos policías corriendo por si había que asistirlo, y enseguida detrás de ellos llegó la ambulancia. Cuando le pusieron el aparatito en el dedo, se miraron los dos enfermeros y dijeron ‘vamos, vamos’. Pero fue todo muy rápido. No habrá pasado ni media hora entre todo eso. Yo no entendía nada”, contó la mujer.
Días más tarde, empezaría la búsqueda de algún tipo de explicación: “me puse a ver los últimos videos donde está tocando el bombo, para ver si descordinaba o algo, pero no. Y después, viendo las fotos, igual vi que no fue solamente el momento de la manifestación, estuvieron muchos días expuestos al frío, les tocó la primera ola de polar estar en la carpa, que era una lona y unos palos. Además, el proceso, uno no sabe cómo el cuerpo lo va a manifestar. Le podía haber pasado a cualquiera”, sostuvo. Y agregó: “De repente que te arrebaten así, sin una explicación 18 años de trabajo, siendo el único sustento de la familia. Y el tema de la dignidad, él mismo decía, ‘si me tienen que echar, que me echen como corresponde’, o si iban a volver a trabajar; él quería eso, una explicación”.
Reflexionando más allá de la situación de su familia, Mercedes expresó: “En esta provincia, las fábricas están bajo una ley de promoción industrial. Yo hoy entiendo que hay cosas que tienen que cumplirse, pero quién controla eso. Una empresa como esta después de 40 años puede irse, decir que no va a producir más, de un día para el otro.
Que no haya habido desde un principio, quién exigiera las explicaciones que merecían todos, no sólo Tatti. Mi marido pensaba mucho en sus compañeros que estaban hace 30 o 35 años, que no les daba la edad para jubilarse, pero tampoco para conseguir otro trabajo”.
El fin del conflicto
“Cuando yo leí la noticia de que iban a entrar a trabajar, los delegados ni bien terminó la reunión me mandaron un mensaje para contarme. Fue verle la cara a él, con una sonrisa de oreja a oreja, porque es lo que él hubiera querido. Ver que ingresaban con la pechera con la cara de él, me emocionó realmente. Y ese sentido no es justo, porqué tuvieron que esperar a que pase lo de mi marido para hacer una reunión, para hacer presión. Porqué estaban todas esas personas afuera, muertas de frío, y atrás de cada empleado hay una familia. Es algo que pasa en otras plantas. No es justo que los vean como un objeto, estamos hablando de personas. Porqué hay que esperar a que muera alguien, encima uno no recibe explicaciones de nada. Mercedes y Tatti, estuvieron juntos casi 14 años. El hijo de ambos, cumplió recién 9 años: “Yo estoy muy agradecida, porque en el colegio la maestra y la directora, lo acompañaron desde un principio. Pero la vedad es que es algo devastador. Él tiene preguntas, miedos, y va a crecer sin un padre. Tiene recuerdos, fotos, videos. Pero la ausencia la va a padecer. El padecimiento de mi suegra, porque que se te muera un hijo es algo que no tiene nombre, y ni siquiera pudo despedirse como correspondía. Lo mismo que me pasa a mí. La ausencia la padezco desde que me levanto, todo el día, y cuando me voy a dormir también”, expresó la mujer.
“Uno de mis consuelos, es que cuando mi marido estuvo internado todas las religiones rezaron por él, lo ponían en cadenas de oración. Gente que yo no conocía. Ayuda que recibí de muchísima gente. Río Grande es realmente muy solidaria, y eso me sostiene”, concluyó.