A pesar del paso del tiempo, las cintas que se produjeron durante la llamada era dorada de Hollywood. Sin efectos especiales, la magia de estas historias radica en los guiones y las grandes actuaciones, que lograron que estos romances superen las barreras del tiempo y emocionen como la primera vez.
El cine clásico es magia. Sin casi efectos especiales, durante esa época lo que valía era el guion y las actuaciones que hacían creíble la historia y lograban que la misma traspasara la pantalla.
En la era de la inmediatez y de los rodajes con pantallas verdes donde luego se editan las escenografías, la era dorada de Hollywood era 100% artesanal y ahí es donde radica su magia; con tan solo una mirada el espectador puede sentir lo que sienten los personajes y emocionarse o enamorarse con ellos.
Con el fin de semana a la vuelta de la esquina, que mejor plan que cerrar la semana laboral con los mejores romances de la década del ’40, que te demostrarán que el cine clásico, con el paso del tiempo, cobra, aún, más valor.
¿Por quién doblan las campanas? (1943)
El estadounidense Robert Jordan (Gary Cooper), alias «El inglés», lucha en la guerra Civil Española (1936-1939) dentro de la Brigada Lincoln. Es un experto en acciones especiales detrás de las líneas enemigas: ha volado trenes, redes eléctricas, depósitos de armas. En vísperas de una gran ofensiva, el mando republicano le encarga la destrucción de un puente, la principal arteria logística del ejército de Franco. María (Ingrid Bergman), una joven salvada del pelotón de ejecución, y Pilar, la esposa de Pablo, un hombre rudo y testarudo, participarán en la operación y mantendrán el espíritu de lucha hasta el final de la contienda.
Gilda (1946)
Johnny Farrell (Glenn Ford), un aventurero que vive de hacer trampas en el juego, recala en Buenos Aires. Allí lo saca de un apuro Ballin Mundson, el propietario de un lujoso casino, que acaba haciendo de él su hombre de confianza. Un día, Mundson le presenta a su esposa Gilda (Rita Hayworth). Su sorpresa no tiene límites: fue ella precisamente quien lo convirtió en lo que es: un ser cínico y amargado.
La costilla de Adán (1949)
Amanda y Adam (Katharine Hepburn y Spencer Tracy) son un idílico matrimonio de abogados cuya paz conyugal se ve afectada cuando un caso los enfrenta en los tribunales como defensor y fiscal respectivamente: una mujer es juzgada por disparar contra su marido y la amante de éste. Adam no duda de la culpabilidad de la acusada, pero Amanda no es de la misma opinión.