La pandemia del virus COVID-19 planteó a la humanidad la necesidad de replantear sus hábitos y consumos, y adaptarse a una nueva normalidad. Al sector turístico en particular, una de las actividades económicas más afectadas a nivel global, se le presenta el desafío de rediseñarse para ser sostenible en un futuro pospandemia.
BUENOS AIRES.- El turismo tiene un peso indiscutible en la economía internacional, ya que es una de las mayores industrias al suponer más del 10% del PIB mundial y emplear a más de 250 millones de trabajadores en todo el planeta.
Sin embargo, el turismo es también una de las actividades que más afecta al medio ambiente y que mayor incidencia tiene sobre las costumbres de visitantes y visitados. Sus efectos negativos van desde la contaminación de espacios naturales, el desplazamiento de la población local ante la llegada de visitantes, la excesiva especialización de la economía local, el consumo excesivo de recursos hídricos, la uniformidad cultural etc.
El turismo masivo, tal como se venía realizando hasta la irrupción de la pandemia, no es sostenible. Como reconocía el antiguo secretario general de la Organización Mundial del Turismo, Francesco Frangialli, el turismo actual contribuye al cambio climático y a la reducción de la biodiversidad. De hecho, un informe de la OMT en 2009 señalaba que las emisiones procedentes del turismo internacional suponían un 5% del total mundial, aproximadamente el mismo nivel que las de la industria química.
Los flujos turísticos contribuyen al cambio climático global y a las emisiones contaminantes, debido sobre todo al uso masivo del transporte. También afectan a los ecosistemas locales, ya sea por erosión, por su enorme consumo de agua, energía y otros recursos, por el aumento en la producción de residuos o por provocar indirectamente fenómenos como incendios forestales o desbordamientos de cauces fluviales.
Turismo sostenible
La Organización Mundial del Turismo (OMT), define turismo sostenible como el que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas.
De esta manera, se busca un tipo de turismo comprometido con tener un bajo impacto sobre el medio ambiente y cultura local, al tiempo que contribuye a generar ingresos y empleo para la población local.
¿Cómo practicar un turismo sostenible?
Para aquellos viajeros social y ambientalmente concienciados existen certificaciones, como la certificación Biosphere, que reconoce la apuesta por la sostenibilidad de determinados agentes y destinos turísticos. Se trata de un sistema privado de certificación voluntaria e independiente, creado por el Instituto de Turismo Responsable (ITR).
Este organismo, apoyado por la UNESCO a través de un Memorándum de Entendimiento, nació en 1995 con el objetivo de impulsar acciones y programas de desarrollo sostenible en destinos y empresas turísticas. Esta certificación avala que el destino mantiene un equilibrio económico, sociocultural y medioambiental a largo plazo.
El futuro del turismo debe ser sostenible para todos
Este concepto invita a disfrutar del turismo de una manera diferente, eligiendo servicios que tengan un alto compromiso con su entorno natural y social, apoyando iniciativas de conservación y desarrollo de las comunidades locales. Hoy, el mundo del turismo tiene la oportunidad única de dar ese giro, que le permitirá operar de manera sostenible en el futuro.
El futuro del turismo debe ser sostenible para todos. Los trabajadores son la cara de la industria; por lo tanto, el trabajo decente, la protección de los derechos laborales y de salud y la profesionalización son clave para reiniciar una industria más competitiva. Del mismo modo, las microempresas y las pymes son los principales proveedores turísticos de la región y aportan una importante cantidad de empleo. La conmoción en sus negocios y las próximas tendencias turísticas exigen la construcción de modernas habilidades empresariales, financieras y digitales, así como el acceso al financiamiento para la innovación. Esto permitirá que las comunidades, que son el corazón de la experiencia, participen activamente en las cadenas de valor a través de la provisión de servicios atractivos y sofisticados, impulsando el desarrollo local. Teniendo en cuenta que los viajes internacionales estarán restringidos a corto y mediano plazo, y que las familias de bajos ingresos tienen menos acceso a las experiencias turísticas, el turismo interno tendrá la doble función de reactivar la economía al tiempo que reconoce la importancia del acceso al ocio para todos.
La sostenibilidad ambiental será clave en la reactivación y el futuro de la industria. Como los viajeros ya preferían las experiencias socioambientales sostenibles, la necesidad de distanciamiento social tiene el potencial de impulsar el turismo natural y rural. En América Latina podría ser un motor hacia una nueva ruralidad al aprovechar la naturaleza transversal del turismo para promover el desarrollo local: diversificación de actividades, energía sostenible, internet para la producción, conservación de ecosistemas, planificación territorial y movilidad eficiente. También es una gran oportunidad para la agricultura, no solo al fortalecer su participación en la cadena de valor turístico, sino también al explorar la gastronomía, la cultura y el agroturismo.