Un modelo digno de ser imitado

Martín Miguel de Güemes es una de las grandes figuras de la emancipación sudamericana. Hijo de familia pudiente y noble, poseyó valor, intuición y dotes innatas de conductor para una brega de características tan peculiares como la de la Guerra Gaucha.

Su denodada defensa de los lindes norteños contribuyó a afianzar la Revolución y permitió que San Martín desarrollara su campaña libertadora a Chile y el Perú. Junto a sus valientes oficiales y soldados gauchos, inspirándolos con su ejemplo de sobriedad, valor y sacrificio, logró rechazar siete invasiones de fuerzas realistas muy superiores en armamento y número.

Bien hizo el Libertador en dedicarle una carta llena de gratitud luego de la gloriosa batalla de Maipú, el 5 de abril de 1818 en la que le decía: “Mi amigo amado: hemos triunfado completamente de los godos y hemos asegurado la libertad de Chile. Sé cuánto agradará a usted esta noticia. Probablemente La Serna se retirará precipitadamente y las provincias del Perú serán libres; vamos amigo a trabajar con tesón ya que la causa de la patria va ganando terreno”. El héroe salteño le respondió: “Las armas de la nueva nación, manejadas por la diestra mano de vuestra excelencia, repiten sus triunfos, dando mayor timbre al valor americano, y sirviendo de terror y espanto al orgulloso peninsular. Muy pronto, verá éste que el estandarte de la libertad, flamea aun en sus mismos muros, que supone impenetrables. Ya pues que la suerte, no ha querido, que al lado de vuestra excelencia tenga mi espada una pequeña parte en la venturosa gloria del día 5 del actual; quiera al menos dar acogida al amor, y respeto con que tengo el honor de felicitar a vuestra excelencia y acompañarle desde aquí, en el objeto de sus complacencias”.

No solo San Martín, Belgrano y otras figuras relevantes de su tiempo subrayaron la magnitud de su contribución a la lucha por la Independencia. Su tenaz adversario, el general Joaquín de la Pezuela, escribió en sus memorias: “Las pocas huestes de Güemes, sin demasiada o nula instrucción militar, armados con lanzas que llaman chuzas y piedras enlazadas con cuero que llaman boleadoras les bastaron para vencer a nuestros ejércitos reales que llegaron de refuerzo desde España y superaban en número de entre 30 y 40 veces a esos centauros. Jamás en mi vida militar vi algo igual.

La desazón fue muy grande al ver el campo de batalla sembrado de los uniformes rojos de nuestros soldados realistas que nada podían hacer contra la velocidad, fiereza y gallardía de esos fantasmas que aparecían y desaparecían de un modo inexplicable. Nunca más pudimos avanzar hacia Tucumán, Córdoba ni Buenos Aires debido a los triunfos de Belgrano en 1812 y 1813 en Tucumán y Salta, y luego a la furia incontrolable e indescriptible de Güemes. En mi retiro de Madrid y cerca del final de mis días vayan mis respetos a esos americanos que casi sin armas ni pertrechos ni tropa suficiente vencieron a uno de los mejores ejércitos de la tierra”.

Güemes no solo fue un héroe regional, como no pocas veces se intentó calificarlo, sino una gloria y un ejemplo para la Nación toda, que en momentos difíciles como los actuales debe considerarlo un modelo digno de ser imitado.

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