Tras la polémica generada por el concurso organizado por la Embajada británica en Buenos Aires para sortear un viaje a las islas Malvinas, el joven Braian Espinoza lo ganó y pudo conocer el archipiélago del Atlántico Sur.
BUENOS AIRES (NA).- Tras la polémica generada por el concurso organizado por la Embajada británica en Buenos Aires para sortear un viaje a las islas Malvinas, el joven que lo ganó y pudo conocer el archipiélago del Atlántico Sur subrayó que “el desconocimiento provoca miedo, pero conocerse genera confianza” y destacó la importancia del diálogo para encontrar una salida pacífica a la disputa por la soberanía.
“Me anoté el último día de la convocatoria pensando que no llegaba con el tiempo y que tal vez no quedaba seleccionado, pero aún así lo mandé. No le había comentado a nadie de mi familia de mi postulación”, contó a NA Braian Espinoza, el sanjuanino de 24 años que fue elegido por la representación diplomática del Reino Unido para viajar a Malvinas.
La decisión de anotarse en el concurso tiene todo un trasfondo en su vida, ya que ese archipiélago del Atlántico Sur forma parte de su historia familiar: uno de sus tíos fue uno de los obreros que viajó a las islas Georgias del Sur para desmantelar instalaciones balleneras abandonadas sólo 15 días antes del desembarco del 2 de abril de 1982 en Malvinas.
“Sus relatos desde el comienzo, con la partida a principios de marzo desde Río de la Plata en el Bahía Buen Suceso hasta su rescate y regreso al continente en mayo desde la isla Ascensión, parecían de película, pero fue algo real. Escuché muchas anécdotas y cada vez que lo hablamos me genera muchas emociones, pero destaco una por sobre las demás: orgullo”, contó el cuyano, realizador cinematográfico y actualmente estudiante de Relaciones Internacionales en Mendoza.
Y agregó: “Él estaba y está convencido de que Malvinas es una causa que nos une a todos y esa herencia me la transmitió. Poder contar que tengo un familiar combatiente que no deja de luchar y que lleva la causa en la sangre me pone muy orgulloso”.
Pero, además de ese vínculo cercano con ese territorio lejano, Braian también se sentía atraído por aquellas Islas de las que todo argentino conoce, pero no muchos han podido visitar.
En su infancia, la curiosidad lo llevaba a abrir libros y explorar mapas, lo que luego se convirtió en interés por la geografía y los idiomas.
“Vi la oportunidad con este concurso de estar ahí, en Malvinas, ya que si tuviera que realizarlo por mi cuenta sería casi imposible por lo costos. Cada vez que pensaba en ese viaje se me venían a la cabeza los relatos de mi tío, lo que aprendí en las clases de la escuela y ese suelo querido se me reflejaba. Me veía conociendo la tierra austral por la cual nuestros héroes lucharon con tanto valor”, expresó el sanjuanino en una entrevista con Noticias Argentinas.
Una vez que el concurso fue un tema de cuestionamientos hacia la Embajada británica, el joven cuyano envuelto en críticas, una polémica diplomática y la duda sobre si debía o no viajar.
“Mis intenciones desde el momento en que me anoté siempre fueron de buena fe y totalmente genuinas por conocer nuestro territorio. Recibí mensajes alentadores por un lado, pero también críticas, algunas no tan amigables. Con el tiempo empecé a entender cada vez más lo controversial que podía ser esta experiencia, pero leí y escuché con mucho respeto la mayoría de esas críticas y decidí aceptar el viaje porque tenía esa necesidad de convertir esos relatos de mi tío y todo lo que aprendí (y sigo aprendiendo) en una realidad, viajar a la historia que conforma mi identidad”, explicó Espinoza.
Y continuó: “Además lo vi como una oportunidad para poder compartir en las redes no solamente el paisaje malvinero sino también sus singularidades, su increíble patrimonio natural y especialmente mostrar porque es importante mantener siempre viva la memoria, especialmente la de nuestra generación”.
Cuando la Embajada británica le comunicó que había ganado la tercera edición del concurso, Braian no hesitó y salió corriendo a la casa de su tío para contarle: “Me recibió con un abrazo, como siempre, y le dije que tenía una noticia para compartirle. Su primera reacción fue abrazarme y se emocionó, pero ahí mismo fue directamente a encender su computadora para mostrarme las fotos de su viaje a las islas en 2016, 34 años después de haberse embarcado hacia las Georgias del Sur”.
E insistió en la importancia que tenía poder conocer el archipiélago que forma parte de su historia familiar: “Malvinas es una causa que siempre tengo presente y que desde muy chico vengo aprendiendo, pero desde que empecé a escuchar y a comprender sus historias, lo que vivió y afrontó, casi con la misma edad que yo, me sentí cautivado por querer estar ahí y seguir aprendiendo”.
Apenas iniciado el 2023, Braian preparó la valija y emprendió viaje hacia Puerto Argentino: en Santiago de Chile se encontró con la brasileña Bárbara Rost Dalchiavon, la chilena Isidora Campos y la uruguaya Sofía María Canessa, quienes ganaron el mismo concurso en sus respectivos países.
Desde la capital trasandina partieron hacia Punta Arenas y luego rumbo a Malvinas: “Ese vuelo fue muy emotivo. Ver desde el cielo las islas Malvinas me puso la piel de gallina. La visión era como la de los mapas que estudiaba en la escuela, en mi cabeza no podía asimilar que estaba ahí”, relató a NA.
A lo largo de ocho días en el archipiélago, el sanjuanino pudo hacer actividades referidas a estar en contacto con la naturaleza y la vida animal (“Veía una gran oportunidad para interiorizarme desde otra perspectiva con las islas Malvinas”), pero obviamente no dejó pasar la oportunidad de poder conocer puntos ligados al conflicto bélico de 1982, como los montes Longdon y Tumbledown y el Cementerio de Darwin, donde descansan los restos de argentinos caídos en combate.
Pero también pudo entablar contacto con algunos de los habitantes de las Islas: “El trato fue amable en todo momento, pero también tengo en cuenta la posición en la que iba por el concurso y eso de algún modo creo que influía a la hora de relacionarme con los que se acercaron a mí. Pero con los que orgánicamente tuve la oportunidad de hablar, siempre fue un trato muy respetuoso”.
“Hubo una interacción que destaco y fue con un guía: Dan, quinta generación de kelpers, nos había llevado a dar un recorrido diferente por la isla Soledad. Partimos desde Puerto Argentino hasta Bahía Yorke y la recorrimos en bicicleta. Al finalizar el día yo le había pedido que me llevara hasta Monte Tumbledown, era un punto muy importante que tenía pendiente y realmente quería conocer, y sin dudarlo él accedió de buena manera. En el camino de ida, unos 13 kilómetros, estuvimos charlando sobre lo sucedido en 1982: él me contaba lo que había vivido su familia y yo le conté sobre mi tío. Aunque ambos pensamos muy distinto, siempre con respeto pudimos dialogar y escucharnos. Al final de día le compartí unos buenos alfajores de dulce de leche”, relató.
Además, Espinoza pudo forjar una particular relación con sus tres compañeras de viaje: “Siempre buscaban hacerme sentir contenido, porque sabían que para mí no era fácil estar ahí por todo lo que significa e implica para las y los argentinos la causa Malvinas”.
Y añadió: “Al final del día nos juntábamos a charlar, sentados en ronda en algún lado o caminando por Puerto Argentino, compartíamos las experiencias de cada uno y expresábamos lo que íbamos sintiendo durante el viaje, pero siempre terminábamos concluyendo en lo importante de pensarnos como unidad y no como 4 países diferentes. Somos América del Sur, fruto de un mismo proceso histórico y debemos apoyarnos”.
Una vez de regreso a su Cuyo natal, el joven aún procesa la particular experiencia que vivió en el Atlántico Sur: “Conocer las islas Malvinas, sentirlas y encontrarme con todo eso que veía por fotografías o mapas, me cargó de muchas emociones y sensaciones, algunas veces eran extrañas y otras tan fuertes que no podía encontrarles un nombre, como el camino de ida al Cementerio argentino”.
“Estar en Malvinas es doloroso, pero también te lleva a reflexionar la importancia de amar y valorar lo que por derecho nos corresponde. Soy latinoamericano y argentino, para mí se llaman “Islas Malvinas” y eso nunca va a cambiar. Este intercambio me dejó una gran herramienta, la importancia del diálogo. El dialogar no significa aceptar, ni justificar o perdonar, sino tratar de escuchar y reducir la brecha que nos aleja porque el desconocimiento genera miedo, pero conocernos genera confianza”, analizó.
Y concluyó: “La confianza para encontrar un camino pacífico, a pesar de que tengamos opiniones antagónicas. En ese sentido, destaco que la Argentina nunca abandono la prioridad diplomática del diálogo y lo viene haciendo de manera permanente e irrenunciable desde 1833, cuando fueron usurpadas ilegalmente”.
Tras su paso por Malvinas, el sanjuanino afirmó que se siente con el compromiso de compartir su experiencia, para aportar su granito de arena. “Me parece de suma importancia difundir la importancia de valorar Malvinas; nunca olvidar que los compatriotas que murieron por ellas son héroes, que siempre seguirán en nuestros corazones; y conocer los sustentos de nuestro legitimo reclamo, porque nadie puede amar lo que no conoce ni defender lo que no ama”.