Con la celebración de una solemne misa presidida por el arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Zecca, a la que asistieron más de 35.000 personas -según confirmaron la Policía y Gendarmería locales- llegadas de todo el país, quedó inaugurado el XI Congreso Eucarístico Nacional, que se clausurará hoy domingo 19. Las imágenes de Nuestra Señora de la Merced y de la Inmaculada Concepción acompañaron el acto inaugural, que contó con la participación del enviado del papa Francisco, cardenal Giovanni Battista Re.
San Miguel de Tucumán (AICA): Congresistas de todo el país comenzaron a llegar, desde el mediodía, al Hipódromo de San Miguel de Tucumán, predio donde se celebraron las actividades principales del XI Congreso Eucarístico Nacional.
Luego de que una multitud acompañara desde la parroquia de la Merced (La Victoria) hasta el Campo Eucarístico y predio central, a las imágenes de Nuestra Señora de la Merced, patrona de la arquidiócesis de Tucumán, y de la Inmaculada Concepción, patrona de la diócesis tucumana de Concepción, escoltadas por gendarmes, el arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Zecca, presidió la solemne misa de inauguración del XI Congreso Eucarístico Nacional, ante -según lo que estimaron la Policía y Gendarmería locales- unas 35.000 personas de todas las edades.
Con el prelado tucumano concelebraron 4 cardenales, más de 50 obispos y cerca de 200 sacerdotes.
El Congreso fue convocado por el episcopado argentino “para dar gracias a Dios por la presencia constante de Jesucristo, Señor de la Historia, en la historia de nuestra Nación”, y “para pedir que los argentinos podamos hacer de esta bendita tierra una gran Nación justa y solidaria, abierta al continente e integrada al mundo”, recordó el prelado.
“Por nuestra Patria Argentina”, es “la súplica que hacemos a Aquél que es ‘Camino, Verdad y Vida’”, aseguró. “La Patria es mucho más que el país o la nación y es necesario que los argentinos volvamos a hablar de Patria, que volvamos a valorar sus signos distintivos: el himno, la bandera, la escarapela”, aseveró.
“Hace ya mucho tiempo que hemos perdido el verdadero sentido del festejo público y popular de las fiestas patrias, en particular, del 9 de julio de la Independencia. Es indispensable recuperarlo y hacerlo vida”, manifestó.
Luego, mostró su preocupación ante “las divisiones habidas, particularmente las de las décadas de los 60’ y 70’, que parecen habernos paralizado”. “No nos engañemos a nosotros mismos, los argentinos no estamos reconciliados”, expresó. “Reclamamos justicia y está muy bien que lo hagamos. Sin justicia no hay reconciliación posible. Pero justicia no es venganza. Y, además, la justicia debe ser superada por la misericordia”, aseguró.
En el marco del Año de la Misericordia, aseveró que “no podemos pedir a Dios misericordia si no somos misericordiosos. Ser misericordioso es hacerse cargo, con el corazón, de las miserias del otro, como el otro de las nuestras. Y este ser misericordioso debe traducirse en obras concretas, no puede ser simplemente declamado, exige ser actuado”.
También, señaló que “el inicio de un nuevo gobierno abre un horizonte de esperanza. Pero no hay que olvidar que la esperanza es virtud de lo arduo y que, por lo mismo, exige fortaleza. Enfrentamos un momento político, económico y social difícil, con ajustes económicos indispensables pero cuya carga cae de modo desigual en los distintos estratos sociales”.
Afirmó que la política “debe ser recreada para poder llegar a ser lo que por naturaleza debe ser: una forma de caridad”, condenó a “la corrupción, el narcotráfico, la trata de personas, y la degradación moral”, y exhortó “urgentes medidas” a los jueces que estén a la altura de las circunstancias. “Tenemos que hacernos cargo de los más pobres que no llegan a fin de mes por carecer de trabajo o por tener un trabajo precario que no les da acceso a la salud, a la educación, a un aporte jubilatorio que les asegure una vejez digna”, manifestó.
Si bien el prelado destacó el deber del Estado en estos ámbitos, afirmó que “es tarea de todos. Debemos dejar la avaricia y la mezquindad de lado y ser generosos. Sin justicia y equidad no habrá nunca paz”.
“Basta de mirar hacia el otro lado, basta de indiferencia, de divisiones, de continuas y sesgadas revisiones del pasado. Miremos el futuro con alegría. No es momento para el desánimo sino para el esfuerzo y la renuncia que sostiene la esperanza de un futuro mejor para todos”, aseveró.
Finalmente, el arzobispo pidió a Dios “que encienda en nosotros el fuego de su amor y el deseo de un justo progreso en nuestros hermanos, para que los bienes destinados a todos promuevan la dignidad de cada persona y afiancen en la sociedad humana la equidad y la justicia superando toda división”.
“Jesucristo, Señor de la Historia. Gracias por tu presencia y compañía constante en nuestra historia como Nación. Haznos forjar el presente guiados por tu Evangelio. Toma en tus manos nuestro futuro. En Ti ponemos nuestra esperanza y nos comprometemos a salir al encuentro de todos los argentinos, sin excluir a nadie, para gestar una cultura del encuentro en nuestra Patria”, concluyó.
Palabras de bienvenida del Card. Battista Re
El representante del Papa en el Congreso Eucarístico Nacional, cardenal Giovanni Battista Re -antes de comenzar la celebración- saludó a los congresistas, coordinadores, autoridades, y “de manera particular a los jóvenes que, reunidos en el Espacio joven, buscan experimentar vitalmente la presencia real y sustancial de Cristo en la Eucaristía”.
“Que este encuentro los anime a que, fascinados por Él, se animen a asumir el desafío de la conversión y se lancen a la transformación de la Patria del Bicentenario”, les deseó.
También, manifestó que el Congreso “es un momento de gracia en la vida eclesial, una gran fiesta de la fe, y un momento cargado de historia civil por el Bicentenario de la declaración de Independencia de la Argentina”. “Este aniversario nos compromete a construir juntos un futuro en justicia, concordia, solidaridad y paz”, dijo.
Asimismo, expresó su honor de representar al papa Francisco, quien “con su mente y su corazón, está aquí con nosotros y acompaña con sus oraciones y su bendición estas Jornadas Eucarísticas”, aseguró.
“Al papa Francisco va la expresión de cariño de todos nosotros y la certeza de nuestra fidelidad y obediencia a su orientación espiritual”.
Finalmente, el prelado vaticano pidió que “el Congreso Eucarístico que esta tarde inauguramos nos ayude a entender cuánto nos ha amado Cristo, donándonos la Eucaristía, presencia de Dios en nuestra vida y en la historia humana, ‘herramienta para crecer en una convivencia fraterna y comprometida con el bien común, y así alentar el paso de habitantes a ciudadanos’”.
“Queremos adorar y agradecer a Cristo nuestro Señor, presente bajo los velos del pan y del vino, convencidos de que necesitamos de Él, porque sin Dios no hay futuro. Nuestro mundo contemporáneo, marcado por un gran progreso, que hizo más confortable la vida, experimenta un vacío interior, que manifiesta la ausencia de Dios y la gran necesidad que tenemos de Él. Sin Dios, el hombre y la mujer no se realizan a sí mismos y no mejoran la sociedad. Por esto decimos: Jesucristo, Señor de la historia, Te necesitamos”, concluyó.