El vecino país define en estos días si enviará científicos al continente antártico el próximo verano.
URUGUAY.- Pese a que el Instituto Antártico Uruguayo había comunicado el 21 de junio a los investigadores e investigadoras su decisión de “no desarrollar la componente científica en el verano 2020-2021”, hoy no se descarta la posibilidad de que unos pocos científicos puedan hacer ciencia en el continente blanco.
Uruguay define en estos días si enviará científicos al continente antártico el próximo verano. Las consecuencias de la pandemia obligan a repensar la logística antártica para cuidar los recursos, garantizando actividad científica sin comprometer el estatus que goza el continente blanco, único rincón del planeta libre de coronavirus.
El país oriental tiene un contingente de personas viviendo todo el año en la Base Científica Antártica Artigas (BCAA), y al formar parte del Tratado Antártico está obligado como el resto de los países a justificar su presencia haciendo ciencia relevante y no solamente manteniendo las bases operativas. Además tiene la base Estación Científica Antártica Ruperto Elichiribehety, ECARE, que funciona esporádicamente porque está ubicada en una región casi inaccesible para los recursos que el país invierte en su esfuerzo antártico.
Según publica el portal La Diaria Ciencia, antes de la llegada del COVID-19, Uruguay impuso un recorte de gasto de 15% a distintas reparticiones y organismos estatales como una herramienta para combatir el déficit fiscal. Con la llegada del coronavirus los planes de ahorro programados por el gobierno no sólo se hicieron añicos, sino que además apareció un nuevo dilema: la ciencia, que demostró su rol fundamental para combatir la pandemia, se veía seriamente afectada por este recorte indiscriminado en todas las reparticiones estatales.
En este contexto, el 21 de julio el director de Coordinación Científica y Gestión Ambiental del Instituto Antártico Uruguayo (IAU), Carlos Serrentino, informaba a los investigadores antárticos que “los proyectos científicos deben necesariamente resignar posición ante la necesidad humanitaria de relevar dotaciones e instalar a la que nos representará en el año 2021 en un marco de viajes sujetos a cuarentenas dispuestas por países amigos, quienes en uso de sus legítimas facultades sanitarias han extremado los cuidados en los cruces hacia el Continente Antártico de personas, víveres y materiales en general”.
En efecto, tradicionalmente las campañas científicas en la Antártida se realizan gracias a vuelos del avión Hércules que parten desde la localidad chilena de Punta Arenas. También en Punta Arenas recala todo el personal militar, de operaciones y mantenimiento que no llega al continente blanco en barco desde Uruguay. El gobierno chileno, que está atravesando dificultades para contener la pandemia, decidió que todas las personas que lleguen a la base de Punta Arenas para cruzar a la Antártida deberán hacer una cuarentena de 15 días en un hotel determinado que tiene un costo cercano a los 250 dólares por noche, sin incluir la alimentación. A esto hay que sumarle el hecho de que cruzar volando desde Punta Arenas hasta la Antártida no es algo que se haga cuando uno tiene voluntad sino cuando las condiciones climáticas lo permiten, pudiendo un contingente quedar varado por varios días en espera de la ventana climática que haga factible el cruce.
Por todo ello, se adoptó la posición de no desarrollar la componente científica en el verano 2020-2021.
Según el portal especializado en temas científicos, el presupuesto anual del Instituto Antártico Uruguayo ronda los 1,3 millones de dólares, de los cuales casi 50% se destina a combustible para los vuelos del Hércules (cada vuelo cuesta unos 100.000 dólares, y en años sin COVID-19 suelen hacerse cuatro vuelos), de los buques (el ROU Vanguardia lleva materiales y trae, entre otras cosas, lo que nuestros compatriotas hacen en los baños antárticos, ya que según el Tratado Antártico los países con bases deben gestionar sus residuos y no dejar nada en la Antártida) y para los generadores de electricidad de la base. Un recorte de 15% en el IAU implicaría unos 195.000 dólares, lo que, medido en vuelos de Hércules, sería dos viajes menos; sumado a las restricciones sanitarias, esto comprometía seriamente el accionar de Uruguay en la Antártida. Pero el IAU quedó exceptuado por ser una institución comprendida “en el Área Programática ‘Ciencia, Tecnología e Innovación’ definida dentro del Presupuesto Nacional”.
No obstante, las autoridades analizan una posibilidad de llegar a incorporar científicos en el verano y ello estaría directamente relacionado con la posibilidad de volver a hacer vuelos directos entre Uruguay y la Antártida con el Hércules, aunque obviamente, la próxima no sería una campaña como las habituales.
Si la posibilidad de los vuelos directos se confirma, se evitarían las medidas de cuarentena en Punta Arenas y sólo un puñado de científicos podría participar en la campaña 2020-2021. Según se adelantó, en los próximos días se sabrá cuántos lugares disponibles hay para que Uruguay pueda hacer ciencia en la Antártida y cuáles serán las condiciones que los científicos deberán tener en cuenta ante la nueva normalidad que impone el coronavirus.